El ajedrez puede ser definido como ciencia, deporte y arte. Es ciencia porque es una práctica sobre la que se publican textos y teoría, que suscita novedades que refutan los planteamientos hegemónicos y que está en constante evolución.
Es deporte por cumplir con distintos parámetros afines con tal categorización: tiene una estructura mundial, incluyendo la Federación Internacional (Fide), pasando por las confederaciones, las federaciones nacionales, ligas y clubes.
Tiene un sistema de competencias oficiales, individuales y por equipos con representaciones nacionales como la Olimpiada Mundial; y, en contravía de la creencia instaurada, requiere de preparación física para llegar a un alto rendimiento por la exigencia asociada con disputar partidas de seis o más horas.
En términos psicosociales, el ajedrez puede ser una herramienta pedagógica de gran valor. No es gratuito que en distintos países sea una práctica valorada por su potencial terapéutico y educativo.
En lo relacionado con la convivencia y las relaciones interpersonales, instruye en la relevancia del pensar antes de actuar, postergando la recompensa y enseña, de forma implícita, la importancia de la consideración del otro: no basta con un plan correcto si no se tiene en cuenta al otro.
En la dimensión cognitiva, ejercita la memoria y potencializa las llamadas funciones ejecutivas: la planeación y la toma de decisiones con base en un análisis exhaustivo que implica elegir y descartar alternativas. En lo emocional, expone al practicante a experiencias de triunfo y derrota que puede extrapolar a otras actividades de su vida académica, laboral y personal.
A nivel de élite mundial, los ajedrecistas no solamente viven de jugar ajedrez, sino que son millonarios. Como simple referencia, el campeón mundial Magnus Carlsen ganó más de medio millón de dólares en 2020 solamente en lo relacionado con torneos online, cifra a la que habría que agregar lo que recibe por aspectos publicitarios.
Para el caso colombiano, las premiaciones de torneos están lejos de ello y pocos jugadores viven de la práctica del ajedrez. Existe otra alternativa para adquirir recursos económicos: dedicarse a la enseñanza, bien desde los fundamentos o elementos básicos del juego, hasta el entrenamiento con fines de competir en un nivel profesional o semiprofesional. De resto, prácticamente todos los ajedrecistas viven de otras labores y el ajedrez es, simplemente, un pasatiempo o una actividad complementaria.
Una de las grandes ventajas del juego ciencia es su adaptabilidad a condiciones de virtualidad. Por ello, entre otras razones, no se vio duramente afectado con el tema de la pandemia. El ajedrez tiene todo un mundo por explorar y, aún más, por ser reformulado y hasta creado.