Caer y ser recibido por la arena de los resaltos o el asfalto de los peraltes parece ser normal en la rutina de un bicicrosista; sin embargo, ver tendida en la pista a Nicole Foronda Castro, una corredora con la destreza de esquivar rivales y evitar tropiezos, causa extrañeza.
Eso ocurrió el pasado 15 de febrero en Phoenix, Arizona, cuando, en la definición del campeonato nacional estadounidense, la antioqueña de 12 años se fue al suelo en el tercer resalto.
Fue el primer encuentro de la bicampeona mundial (2015 y 2019) con el peligro que tiene este deporte y también su primera lesión: fractura en la clavícula izquierda.
Su serenidad tras conocer el parte médico sorprendió, pero su mentalidad ganadora y de siempre verle el lado bueno a las cosas hicieron que se tomara la situación con buena actitud.
Ya en Medellín inició su proceso de recuperación, junto a sus padres Luis Guillermo y Elibeth, decidió no operarse y manejar la lesión con terapia, orientada por el ortopedista Gabriel Uribe.
“No podía mover el brazo pero ya haciendo fisioterapia me fui adaptando muy bien. Me acostumbré a tener la mano quieta, luego con las recomendaciones del médico Uribe, comencé a hacer ejercicios para fortalecerla y así recuperé la fuerza que había perdido”, explica Nicole, que el 25 de junio cumplirá 13 años.
A finales de febrero regresó a la pista de Belén, pero no podía entrenar. Se conformaba con ver a sus compañeros ejecutar lo que hasta hace un par de días era su rutina.
Luego llegó la pandemia y el encierro, y con él otro cambio de costumbres. La sala de su casa, que está adornada con un centenar de trofeos y medallas, se convirtió en pista, gimnasio y hasta consultorio.
“Entrenar junto a los trofeos me motiva mucho porque siempre los veo y me mentalizo ganando”, dice la corredora.
Ya recuperada no ve la hora de salir a la pista pero para eso aún le falta tiempo, pues el bibicrós hace parte de los últimos deportes de la fase de apertura y además, aunque es una corredora de alto rendimiento, no podría entrenar por ser menor de edad.
“Ahora que se han flexibilizado más las cosas, salimos una hora, por la disposición que ella tiene, a rodar un ratico en la calle y para que haga unos piques, para simular la salida en el partidor”, cuenta Elibeth, su mamá y quien la acompaña en sus entrenamientos.
Aunque está en casa, la rutina de Nicole sigue siendo apretada. En las mañanas, hasta las 2:30 p.m., se dedica al colegio, luego sale una hora a practicar en calle y de 3:30 a 6:00 de la tarde, realiza su sesión habitual.
“Hago rodillos y trabajo físico porque seguramente volveré con más peso y cambios físicos. Aunque me he adaptado bien a entrenar en casa para mantener mi nivel, extraño mucho los saltos, la adrenalina y la velocidad de la pista que no experimento en la casa”, expresa Nicole, que aguarda por volver a brillar sin miedo pero con la experiencia que deja el caer para volverse a levantar.