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El rey silletero que hoy entrega su ‘corona’

Luis Felipe Londoño, ganador absoluto de 2021, trabaja las silletas como obras de arte. Esta es su historia.

  • Luis Felipe Londoño Londoño tiene los mejores recuerdos de su vida en el desfile de silleteros, este año espera sumar una alegría más al palmarés de su familia. FOTO carlos velásquez
    Luis Felipe Londoño Londoño tiene los mejores recuerdos de su vida en el desfile de silleteros, este año espera sumar una alegría más al palmarés de su familia. FOTO carlos velásquez
  • La silleta es un arte de dominar el color. FOTO carlos velásquez
    La silleta es un arte de dominar el color. FOTO carlos velásquez

Luis Felipe Londoño Londoño —ganador absoluto en 2021— hace parte de una dinastía vinculada con las flores y el tejido de piezas de arte. Por las cuatro puntas de sus ancestros está conectado con una tradición que atrae a miles de turistas nacionales y extranjeros a Medellín: el Desfile de Silleteros.

Sus abuelos Pedro Luis Londoño y Cefora Alzate fueron fundadores del evento mientras Misael Londoño y María Natividad Amariles participaron durante mucho tiempo en la confección y modelaje de silletas. Su familia ha estado tan unida a esta fiesta que uno de los recuerdos infantiles más preciados de Luis es gastronómico: una sonrisa le llena la cara al rememorar los dulces que los mayores subían a Santa Elena después de participar en el desfile.

Por tal motivo, se entiende la comparación que hace de la alegría que sintió al ganar la competencia el año anterior: para él es equivalente a la que sienten los futbolistas latinoamericanos al levantar la Copa Libertadores. Una emoción que se extiende por el pecho, la garganta y los ojos. Y no solo a causa de la historia, también por el tiempo dedicado a organizar las flores y con ellas transmitir un mensaje.

En sus cálculos, la silleta tradicional —relativamente pequeña: de un metro de altura— tarda dos o tres días en ser hecha. En una monumental —de hasta dos metros con treinta de altura— un silletero puede demorarse cinco días. Además del tamaño, una diferencia sustancial entre ambos tipos es la flora empleada: las reglas indican que las flores de la tradicional sean nativas del sector de Santa Elena, restricción que no existe para la monumental. Las otras categorías que concursan por el premio son las emblemática (de dibujo plano) y artística (puede tener un diseño tridimensional). Luis Felipe sedujo al público y al jurado con una artística.

De los 420 cupos de silleteros, Luis Felipe tiene el 130, heredado de su abuela María Natividad. El concepto de la silleta ganadora en 2021 estuvo claro desde el principio: quiso representar la fuerza. El plan original incluyó la imagen del yipao, un carro que no queda atrapado en ningún terreno, no importa lo quebrado o húmedo que esté el terreno. Sin embargo, muy pronto se dio cuenta que el dibujo no se ajustaba a su plan: resultaba muy chato. Decidió cambiar la silueta: esta vez intentó con una chiva, casi tan fuerte y con la cualidad extra que transporta a un número mayor de pasajeros. El resultado lo convenció a él, a su esposa –quien le ayudó a pulir la frase acompañante– y a los jurados que le dieron el máximo laurel. Entre las cosas que toma en cuenta cada año, el comité evaluador examina las medidas de la silleta, el emblema que lleva y el mensaje que transmite. También, por supuesto, la variedad de las flores y el vestuario del silletero. Busca el equilibrio entre la tradición y la novedad.

En una silleta artística se pueden gastar 250 ramos de flores, entre tanto en una tradicional la suma ronda los 80. Una silleta de niño puede pesar 15 kilos. Las que llevan en la frente y la espalda los adultos superan en dos o tres esa cifra. La monumental llega a los 130 kilos. La silleta ganadora le permitió a Luis Felipe representar a la ciudad en diferentes eventos: en su calidad de ganador absoluto viajó dos veces a Madrid y en una ocasión lo hizo a Buenos Aires. Además, estuvo en Armenia, Pereira, Bogotá y Cartagena como embajador de las Ferias de las Flores.

Desde el año anterior, Luis Felipe tiene preparado el diseño que los ciudadanos de Medellín y los visitantes verán en el desfile. No tiene fácil el camino para ser el primero en ganar dos años seguidos el premio absoluto: el nivel de los participantes se ha elevado en los últimos años, sobre todo por la llegada de nuevas generaciones, nietos y bisnietos de los pioneros. La tradición se conserva: la corporación que agremia a los silleteros vela para que quienes desfilan por las principales calles de Medellín sean de Santa Elena y pertenezcan a familias como la de Luis Felipe: con una larga historia en el certamen.

El silletero habla con propiedad de Santa Elena: conoce la historia detrás del desfile. En el relato se remonta a los caminos trazados por los indígenas y a los viajes de sus ancestros para vender sus cultivos de flores en el centro de Medellín. La cara se le vuelve un Sol cuando rememora su silleta ganadora.

Una vez los silleteros llegan a la meta —cuenta Luis Felipe— y descargan las obras de arte que aplausos les han granjeado a lo largo del recorrido, la silleta pasa a ser propiedad de la Alcaldía de Medellín. Con ellas se adornan los parques, los terminales de transporte, las bibliotecas. Y están ahí, a la vista de todos, por unos cinco o seis días hasta que el tiempo marchita los pétalos y el piso se llena con ellos. El arte —por definición— es efímero. Y este lo es aún más.

Mientras atiende la entrevista, Luis Felipe da los últimos retoques a una silleta puesta en la entrada de un centro comercial del centro de Medellín. La gente le pide fotografías. En todas sonríe. Pocas veces una tradición cultural se encarna en los jóvenes de un pedazo del territorio, y ese es el caso del desfile de silleteros.

La herencia campesina de Medellín y de Antioquia se cristaliza en la imagen de un labriego que sobre sí lleva una explosión floral. Los colores de las silletas nada le envidian a los de los cuadros de los museos

Ángel Castaño Guzmán

Periodista, Magíster en Estudios Literarios. Lector, caminante. Hincha del Deportes Quindío.

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