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Françoise Bettencourt, la mujer más rica del mundo que prefiere el anonimato

La francesa se dedica al piano, la escritura y la lectura. Tiene un gran interés por la mitología griega, y la religión judía y cristiana, temas sobre los que ha escrito algunos libros.

  • Françoise Bettencourt, la mujer más rica del mundo que prefiere el anonimato
04 de febrero de 2024
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Existen dos tipos de millonarios, aquellos que comparten su vida con la opinión pública, como Elon Musk, y los que prefieren mantenerse en discreción, casi hasta el anonimato como la francesa Françoise Bettencourt Meyers, heredera del imperio cosmético de L’Oréal.

Quienes la conocen la describen como una mujer de pocas palabras, tímida, reservada y hasta huraña. Con una personalidad contraria a la de su madre Liliane Bettencourt, hija de de Eugène Schueller, el hombre que construyó su imperio sobre la tintura para cabello, poco antes de que iniciara la Segunda Guerra Mundial.

Se dice que Françoise dedica entre dos y tres horas a tocar el piano, ya que es la actividad con la que normalmente inicia su día. Para después dedicarse a la lectura y la escritura, una de sus más grandes vocaciones. Le gusta la vida tranquila y dentro de casa, una moderna edificación ubicada en Neuilly-sur-Seine, la zona más exclusiva de Italia y que se encuentra en la frontera con Francia. Un espacio que sus amigos y familiares han calificado de “la residencia de una intelectual”.

Ha escrito varios libros sobre mitología griega y la relación entre cristianos y judíos, los dos temas a los que más ha dedicado sus estudios y en los que se refugió, mientras la fortuna de su familia crecía y la harían la mujer más rica a sus 70 años. Según la revista Bloomberg, el diciembre pasado, amasó una fortuna de 100.000 millones de dólares y está a solo un puesto de ingresar al top ten de los multimillonarios de Forbes.

Nació en 1953, es la hija única de André y Liliane Bettencourt, y por cuenta de la gran fortuna de su familia, durante toda su infancia estuvo siempre protegida por un grupo de escoltas, quienes la llevaban y traían de la escuela o la universidad, por el temor que siempre estaba en sus padres de que pudieran secuestrarla.

Su abuelo Eugène Schueller, de ascendencia alemana, nació en París en 1881, estudió Química, y tras varias años de pruebas y estudios en su casa, buscando un idea innovadora, creó el primer tinte no tóxico para cabello. Para de esta manera, fundar en 1909 L’Oréal. Con su muerte en 1957, su única heredera Lilianne Henriette Charlotte Schueller, madre de Françoise, quedó al frente de la compañía y heredó una fortuna estimada en 32.000 millones de dólares.

Pero su madre, al igual que ella, no quiso asumir la dirección de la empresa, por lo que delegó el cargo a un amigo de la infancia de su marido, el político conservador André Bettencourt, para dedicarse a una vida de extravagancias y fiestas. A las que nunca quiso sumarse su hija y esto las distanció por un momento, ya que ambas tenían un carácter muy distinto.

Su madre siempre le gustó verse glamurosa, mientras que ella prefería la ropa discreta y oscura, y siempre ha mantenido oculto tras unas grandes gafas gruesas de color negro y sin mucho maquillaje, con poca apariciones públicas.

Sin embargo, nada de esto parece importarle, porque prefiere llevar una vida sencilla, lejos de los reflectores y la opulencia, hasta que fallece su madre en 2017 y le toca asumir un lugar dentro de la junta directiva de L’Oréal, ya que es su mayor accionista, y un par de años antes a su fallecimiento su figura salta a las portadas con el escándalo que protagonizó su familia, conocido como el ‘affaire Bettencourt’.

Un entramado familiar que inició con la aparición del fotógrafo François-Marie Banier, en la vida de su madre, después de que fuera contratado por la revista francesa Egoiste para hacerle unas fotografías a Liliane Bettencourt, y entre los dos hubo un clic inmediato. A Liliane le gustó el ímpetu de Banier, su desparpajado e insolencia, porque la hacían reír bastante.

Mientras que a su hija Françoise, en cambio, le pareció un tipo desagradable. Le pidió a su madre que dejara de verlo, pero esta no quiso hacerlo, así que se alejaron por un buen tiempo. Se dice que tras cada encuentro, el fotógrafo siempre salía con un cheque entre las manos o un Piccaso.

Así que sería su hija quien se encargaría de sacar todo a la luz, cuando tomó la decisión de demandar a François-Marie Banier. A medida que avanzaron las investigaciones, descubrieron que este habría recibido más de mil millones de euros.

Al final la justicia dictó un par de años de cárcel para este hombre, pero con la apelación de su defensa a esta condena, solo tuvo que pagar una jugosa indemnización, y Françoise quedó como tutora de su madre hasta su muerte. Con los años fueron haciendo las paces, hasta lograr reconciliarse.

Françoise Bettencourt Meyers, la heredera del imperio cosmético de L’Oréal, es la mujer más rica del mundo. Foto: AFP.

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