*Enviada especial: Sonia Rodríguez Díaz
Me llevaron a conocer un escenario que invita a ser explorado sin prisa, una isla que le pertenece a Estados Unidos, que tiene por idioma oficial el español, pero cuya segunda lengua —y la más utilizada— es el inglés. Es más conocida como la Isla del Encanto, aunque se llama Puerto Rico. Y es más que playa, brisa, mar, porque es también una suma de puertorriqueños con enormes sonrisas, balcones coloridos y calles adoquinadas... lo que la ubica como un destino inolvidable, que resume cómo se deberían describir unas vacaciones ideales.
El clima tropical presente en la mayoría de los meses del año y la topografía única, hacen de la isla un escenario perfecto para aventuras divertidas y extraordinarias con amigos y familia.
Hay planes para todos, desde la observación de aves hasta canyoning, kayak, música, baile, café, gastronomía y tirolesa, que hacen de esta la escapada perfecta a un paraíso natural con comodidades y servicios modernos.
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La combinación entre la historia, la cultura urbana moderna y encantadoras playas que me ofrece la ciudad, hizo que la isla del encanto se quedara en mi corazón.
Pero cuando se explora, va más allá, no solo es el viejo San Juan, es Héctor Lavoe, Cheo Feliciano, es Yolanda Rivera, es Tito Puentes, es el Morro, es Ponce, es Jayuya, el parque Bombas, el Teatro la Perla, el mofongo, los tostones, las frituras, el ron, la hospitalidad de su gente, la tranquilidad que se vive. Esto es una pequeña muestra de lo que encontraremos en la isla.
Todo esto se ve reflejado cada día en la cantidad de turistas perdidos en un minúsculo espacio como es el viejo San Juan, gozando de sus callecitas adoquinadas y coloridas, sus balcones florecidos, los puestos de artesanías, las heladerías que se encuentran en cada esquina haciendo que los boricuas estén orgullosos de serlo.
San Juan fue fundada en 1521 por Juan Ponce de León, quien llegó en busca de oro y tierras fértiles. Aunque se le recuerda más por su obsesión por encontrar la fuente de la juventud, Ponce de León dejó un legado más duradero en la historia de Puerto Rico como su primer gobernador. Su espíritu explorador y visión contribuyeron al crecimiento y desarrollo de la isla que hoy por hoy podemos disfrutar. Tuve la posibilidad de recorrer dos destinos turísticos no muy explorados, pero que ojalá sean un poco más conocidos.
Y nos vamos pa’ Ponce
La ciudad que baila y canta, que tiene una vía completa en la que transeúntes y automóviles convergen para festejar: la calle Peté “El Conde” Rodríguez, donde la sonora Ponceña tiene su espacio y ensaya en un pequeño garaje de un barrio de la ciudad; donde todavía existe la casa de “doña Monse”, como dice Héctor Lavoe cuando se iba a bañar al río Portugués, en barrio Bélgica; también aún está La 6, por cuyo cementerio local es obligatorio pasar. Al caminar allí se ve cómo en cada esquina hay un mural que revive su legado musical y cómo la plena y la bomba marcan el ritmo cardiaco. Me quedo corta para describir lo que se siente caminar por las calles de Ponce... Cada rincón muestra el encanto de esta ciudad, y como dicen los ponceños, hasta las palmeras se mueven al ritmo de la música.
Existe un lugar llamado el parque Bombas, en el centro de la ciudad, con su casa a rayas rojas y negras, (ver foto) y que fue el cuartel de los bomberos hasta 1990. Tiene la Plaza de la Delicias. Allí, su imponente fuente, la iglesia católica y los caminos verdes nos transportan a 1882, cuando a pedido del gobierno se le solicita a Máximo Meana construirla, quien años después fue nombrado alcalde de la ciudad. Hoy sigue intacta a pesar de que estuvo a punto de ser devorada por un incendio en 1883.
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También conocida como la perla del sur, allí se encuentra el Teatro la Perla con sus cortinas rojas aterciopeladas, de elegantes balcones y con un edificio majestuoso y silencioso (los locales dicen que espantan). Allí se marca un contraste particular con las bulliciosas calles de Ponce, donde no importa la edad, pues pequeños y mayores vibran al ritmo de la música. No es solo un pasatiempo, es una forma de vida que corre por las venas de los ponceños. Los bebés nacen al ritmo de bomba, plena y salsa, y los jóvenes están rodeados de instrumentos que les enseñan a expresar sus emociones a través del sonido, por lo que se reconoce también como distrito cultural.
Ahora a subir las montañas
Nos fuimos para Jayuya, ciudad pequeña, encantadora, otra cara de Puerto Rico. Entre las montañas centrales, en un recorrido de dos horas, llegamos al “centro y corazón de Puerto Rico”, llamada también la Tierra Alta.
Jayuya está rodeada de verde y marca un contraste encantador. Como ellos dicen, Jayuya lo tiene todo: ríos, tirolesas, monolitos, historia y café. Entre sus calles empinadas y angostas hay casas pintadas de colores brillantes, y cada paso es una invitación a descubrir su rica historia cultural.
Pasé por el mercado local donde exhiben con orgullo sus cosechas frescas y con un buen café, los vecinos intercambian conversaciones animadas, llenas de carcajadas y sonrisas cómplices, también de historias y “chismes”. “Se ponen al día,” dice don José, sentado cómodamente en la plaza central que es el corazón palpitante de Jayuya, donde los jóvenes y adultos se reúnen en los bancos bajo la sombra de los enormes y centenarios árboles, las campanas repican anunciando el paso de las horas que se hacen eternas en el calor del día.
Los festivales y celebraciones son la actividad principal en el calendario de los jayuyanos, muy fieles a sus raíces, los jóvenes y mayores se unen para mantener vivas las tradiciones ancestrales como denominan ellos es su legado cultural.
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En cada esquina de la ciudad se encuentran pequeños mercados locales de artesanía en los que predominan las máscaras de vejigante, un carnaval local que se hace durante febrero. Otro trabajo manual trae tejidos de hojas de plátano y en general estos espacios reflejan la destreza y el orgullo de una comunidad que tiene clara su herencia cultural.
Jayuya es mucho más que un pueblo, es una plaza enorme de paz, tranquilidad y autenticidad donde la vida cotidiana se entrelaza con la amabilidad de su gente.
De esta pequeña ciudad, me quedo con el maravilloso recuerdo de ser acogida no como visitante sino como una habitante más, en cada esquina me cuentan una historia de sus destrezas artesanales, de sus logros profesionales y los de sus familias.
Orgullosamente, los Jayuyanos reclaman al estado y a la industria turística ser un destino más presente en la isla del encanto, por eso si la idea es tener una estadía completa de aventura, este es el destino.
Entre el viejo y el nuevo san Juan
San Juan, la capital de Puerto Rico, ofrece contrastes fascinantes en sus zonas más emblemáticas, como Condado y Miramar. Condado, un enclave frente al mar, seduce con su skyline de hoteles de lujo y restaurantes de moda; la vida nocturna brilla con casinos y bares elegantes. Miramar, colindante con el Viejo San Juan, fusiona lo histórico con lo contemporáneo: galerías de arte vanguardista, boutiques exclusivas y una vibrante escena gastronómica.
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Ambas áreas capturan la esencia de una San Juan cosmopolita y dinámica, donde el Caribe se encuentra con el estilo de vida urbano, pero el Viejo San Juan resalta por su arquitectura colonial española y la tranquilidad de sus plazas como la que no se puede perder, la Plaza de Armas.
* Por invitación de Discover Puerto Rico