La cera caliente cae despacio en un molde a escala y personalizado de la iglesia principal de Guadalupe. Dayana Correa Rodríguez intenta no temblar y se concentra en el llenado de lo que será su próxima vela. El ejercicio de elegir la cera, pesarla, derretirla, aromatizarla y darle forma de oso, virgen, mascota o cualquier figura que le encarguen comenzó como una terapia para que se fueran las secuelas de la angina de Ludwig, una infección que afecta el suelo de la boca. Hoy esa cotidianidad es la actividad principal de Las Velas de Mina, una empresa enfocada en la creación de velas aromáticas y decorativas.
“En 2024, por la enfermedad, yo estuve en coma 19 días, me dieron tres paros cardiorrespiratorios y una bacteria, pero al salir del hospital yo me dije que tenía que cumplir mis sueños, y mi sueño siempre fue aprender a hacer velas y jabones”, recuerda Dayana. Tomó las clases con una docente de la región y poco a poco en su casa cada mañana comenzó a oler a sandía, pepino, vainilla y chocolate, esencias que condensa en sus productos y la acompañan en sus jornadas.
Sus primeros clientes fueron personas de Guadalupe, pero en diciembre del año pasado, la temporada de velitas y primeras comuniones potenciaron su negocio. Por redes sociales los pedidos aumentaron y sus velas comenzaron a llegar a Medellín, Bogotá, Cali, Cauca y otros lugares del país. Ese impulso se mantiene hasta la actualidad y cada día recibe encargos para personalizar figuras, decorar eventos o ambientar lugares especiales.
“En todo este proceso ha sido esencial el apoyo de la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia. Uno como emprendedor comete muchos errores al principio, y ellos se han encargado de enseñarme marketing digital, contabilidad y complementar todo lo relacionado con la empresa. Además, siempre encuentran espacios para que una pueda mostrar y exhibir los productos”, explica.
El nombre de su empresa, Las Velas de Mina, es un homenaje a su abuela Guillermina, quien falleció el mismo día que Dayana ingresó al hospital y que siempre le decía: “Ay, mija, se me acabó la velita, me vas a regalar una”. Su familia ha estado presente desde el primer día que decidió emprender este camino. Su esposo contribuyó con el capital inicial y le ayuda con el armado de los productos, sumado al apoyo de su mamá, sus hermanas, sus tías y sus tres hijos.
En un futuro, su sueño es que su empresa sea tan grande que pueda crear una oferta de empleo amplia en su municipio. “Ser un ejemplo para aquellos jóvenes que también quieren empezar o para los adultos que no han cumplido su sueño, cooperar para que puedan lograrlo, para eso estoy yo acá”.