Escuché ayer en la radio al ministro de Minas y Energía, Amílkar Acosta, decir que no sabe cuándo llegará el Fenómeno de El Niño, pero que de todas maneras se van a preparar. No sé cómo el Ministerio de Minas se puede preparar si al ministro todavía no le han explicado el fenómeno.
Ministro, la primera regla de oro en la gestión del riesgo es conocer el agente amenazante, es decir, al peligro (o hacer todo lo posible por conocerlo), sus rasgos, su fuerza, su capacidad, su exposición, su debilidad, su inteligencia. La segunda, es que una vez dibujado este mapa hablado de la amenaza, reviso cuáles son los elementos que están expuestos a este peligro. Es decir, mis rasgos, mi fuerza, mi capacidad, mi debilidad, mi exposición, mi inteligencia, para enfrentar este peligro. Y la tercera es que, una vez conocidos estos dos factores, identifico mi verdadero riesgo y diseño las medidas que me lo reducirán al nivel que quiera.
En Colombia sí sabemos muy bien cuándo esta amenaza ataca. Sabemos sus movimientos, sus rasgos, su fuerza, su capacidad, sus habilidades, su velocidad, su debilidad, su exposición, su inteligencia. Y mucho más el sector que usted lidera. Las lecciones aprendidas han sido muchas.
Una cosa es conocer el proceso de madurez del fenómeno El Niño, es decir, el proceso de calentamiento progresivo de las aguas del Océano Pacífico y su relación con el comportamiento de las lluvias (esto se lo dejamos al Ideam) y otra, muy distinta, es conocer el impacto que este evento deja sobre los embalses, es decir, sobre su vulnerabilidad (esto sí es responsabilidad de Minminas)
Cuando decimos que existe un 68 % de probabilidad, quiere decir que las aguas del océano han mantenido su tendencia de calentamiento y llegará a su máximo nivel en diciembre. Mientras tanto, en su etapa de gestión, las aguas cálidas del océano modifican el comportamiento de las lluvias en cada región de manera diferenciada. El aguante frente a esta amenaza también es muy diferente. Depende de qué tanto se aplicó lo aprendido, y qué tanto aumentamos o disminuimos la capacidad de las cuencas para conservar el agua y entregarla en los momentos de sequía.
Su mayor ataque se dará en los meses de enero, febrero, marzo del 2015 cuando el efecto de la sequía, típica de estos meses, se manifieste de manera mucho más fuerte e intensa, pues no se permitirá que algún aguacero se asome en estos meses, y es allí, ministro, en este momento, que su gestión o del siguiente será evaluada. A este Niño lo conocemos.
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