Querido y ahora recordado Martin Luther. Su frase de I have a dream (yo tengo un sueño) hoy parece cumplirse. Por fin un hombre de color se convierte en un ciudadano común y corriente, integrado a una de las sociedades más racistas del mundo. Y ese sueño que usted tuvo, el de la igualdad por encima de razas, creencias o clases, se manifiesta en este momento, uno de los más complicados de la historia. En términos de Carl Sagan, la presidencia de los Estados Unidos la ha ganado un terrícola, tal como entenderían los extraterrestres cualquier forma humana y hasta animal y vegetal. Y si bien no faltarán los que hablen de afroamericanismo, expresión de lo políticamente correcto pero incorrecta, ya que también son afroamericanos los descendientes de magrebíes, egipcios y sudafricanos y no sólo los que tienen su origen en África central.
Es claro que Obama, recordado Martin Luther, no se comió el cuento de que era un excluido, una víctima y menos alguien con dificultades para ser entendido y por ello reclamante de derechos. Lo primero que hizo fue cumplir deberes consigo mismo, tales como situarse en el mundo y verlo desde la parte de arriba (como se propone en La sociedad de los poetas muertos, película que seguro vio). Nadie es menos que nadie, pero hay que demostrarlo y no quedarse en la sociedad de la queja, de la que habla Richard Sennett. Vivir del otro y asumir el papel del de malas ha sido una constante en occidente donde el verbo hebreo notén (dar y recibir) es algo tan escaso como las mariposas en forma de gallina. Quizá por eso se falla tanto rezando, pues cómo recibir de lo alto si no damos de nosotros mismos. Yo-Tú es una fórmula de iguales.
Sus marchas, querido Martin Luther King, al fin han dado el resultado que usted les asignaba en su sueño: igualdad de derechos en igualdad de deberes. Porque son los deberes los que debo reclamar: mi deber de trabajar, mi deber de estudiar, mi deber de saberme con un lugar en la tierra, mi deber de tener un hogar, mi deber de crecer, etc. Claro que el deber lo evadimos (preferimos la edad de la inocencia) porque exige compromiso y responsabilidad, sabernos en nosotros y no en otros. Y vivir como decía el grafiti: nosotros de rumba mientras el resto se derrumba. Pero ya el ejemplo está dado. Ojalá y no se inventen otras formas de no hacer nada. Ya deben estar pensando.
Martin Luther King (1929-1968), pastor protestante norteamericano y premio Nobel de la Paz. Lo mataron de un balazo, pero no bastó que lo mataran. Sus proclamas contra el racismo y la exclusión todavía andan por ahí. Era negro y le gustaba el Jazz.
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