Los adolescentes de esta época viven a las carreras, estresados, ofuscados, no les alcanza el tiempo para tantas actividades, estudios, amores, aparatos electrónicos y parrandas, en fin, para equilibrar una vida mucho menos amable que la que nosotros vivimos a esa edad.
Además muchos tienen que enfrentar las dificultades propias de vivir en hogares disfuncionales, con padres separados, a los cuales les queda poco tiempo para compartir con sus hijos.
Estos problemas son la causa de que muchos jóvenes sufran de presión arterial alta. Esta enfermedad, antes prácticamente exclusiva de los mayores, es hoy frecuente en los jóvenes, aun en los niños. Y, no es solo la hipertensión la que se ha convertido en una amenaza para los muchachos; otras enfermedades como la diabetes, el insomnio y la depresión son ahora tan frecuentes en los jóvenes, como en los adultos.
Si a esto sumamos otros problemas físicos y sicológicos que van en aumento entre adolescentes y niños, como son: el asma, el déficit de atención, la bulimia y anorexia, los ataques de ansiedad y pánico, debemos preguntarnos ¿qué está pasando con esta generación y qué podemos hacer por ellos? Sobre todo ¿qué podemos hacer diferente a medicarlos?
Una de las opciones que médicos y sicólogos han encontrado efectivas es la meditación. Múltiples estudios han comprobado que 10 o 15 minutos de meditación, tres veces por semana, ayuda a bajar la tensión arterial, a dormir mejor, a tener menos ansiedad y a tener más capacidad de concentración.
Ustedes pensarán, ¿cómo se logra que un muchacho medite? ¿Cómo conseguir que por 15 minutos apague todos sus aparatos, no conteste llamadas, no mande textos, mejor dicho, cómo lograr que se desenchufe?
Sorprendentemente, después de la primera vez que un joven ensaya meditar y siente los beneficios, la cosa no es tan difícil. Cuando yo tenía 11 años, en el internado de La Presentación hacíamos 10 minutos de meditación en las noches, antes de dormir, la verdad, todas lo disfrutábamos.
¿Meditar sobre qué? Sobre lo que cada uno encuentre relajante. Busque usted un lugar tranquilo, siéntese, póngase cómodo y cierre los ojos. Por los primeros momentos escuche su respiración y solo piense en ella, ¿cómo entra y sale el aire? Luego imagine una luz brillante en su color preferido. Si lo desea, traiga a su mente algo bello, un bosque, una flor, una quebrada, una frase o poema amable. Y ya, sin darse cuenta se pasaron los diez minutos. ¿Fácil no?
Los padres lo pueden hacer con los hijos. Los jóvenes lo pueden sugerir como actividad en el colegio, o hacer un grupo de meditación con los amigos.
Meditar es una actividad bacana, diferente y positiva.
¡A meditar, muchachos!
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