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Abuso y homicidio

04 de octubre de 2008
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Vigésimo séptimo domingo ordinario

"Dijo Jesús: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje". San Mateo, cap. 21.

En Oriente todavía se miran antiguas cercas de piedra que defendían los sembrados, como nos dice esta parábola. Un propietario que aguardaba buena cosecha aquel año, plantó su viña con esmero y antes de marcharse de viaje, la arrendó a unos labradores.

Cuando llegó el tiempo de la cosecha, aquel hombre mandó a sus criados a reclamar la parte que le correspondía. En esto de aparcerías se daban entonces diversas formas de contrato, de acuerdo con la fertilidad del campo y el número de obreros.

Pero aquellos arrendatarios llegaron al colmo de la injusticia. Agarrando a los mensajeros del dueño, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon. Envió luego el propietario otros criados, y también a su propio hijo. Pero aquellos usurpadores de inmediato le dieron muerte para quedarse con la herencia.

El Maestro preguntó entonces a su auditorio: ¿Qué hará aquel propietario con tales labradores? Le respondieron: Los hará morir enseguida y arrendará su viña a otros.

El discurso de Jesús descalificaba expresamente al pueblo judío, con el cual Yahvé había pactado una alianza. En ese entonces los dirigentes manejaban las cosas a su antojo, oprimiendo a los pobres, y apartando a la gente del verdadero culto a Dios.

Jesús rechaza igualmente la conducta de quienes, siendo apenas administradores de las cosas de Dios, nos portamos como dueños.

Vale aquí preguntarnos: ¿Qué hemos hecho del amor, en el santuario de la familia? ¿De qué modo tratamos el misterio de la vida, sobre todo durante la gestación y en las etapas terminales?, ¿Acaso respetamos el hábitat físico, que es un regalo del Creador para nosotros y las futuras generaciones? ¿Malgastamos la propia salud, los propios haberes, sin comprender que todo tiene un orden y una razón?

Pecando de teóricos podríamos afirmar que toda la injusticia que se da sobre el mundo nace de esta usurpación. Del egoísmo de tantos que manejan los dones de Dios a su capricho.

La parábola hace eco al profeta Isaías, quien compara al pueblo escogido con una viña, la cual sólo ofreció frutos amargos. Y el Altísimo expresaba así su desencanto: "¿Qué voy a hacer? Quitaré su vallado para que sirva de pasto a las fieras. Derribaré sus tapias; que los extraños la pisoteen. La dejaré arrasada. Nadie la podará y crecerán en ella cardos y zarzas. Prohibiré a las nubes que lluevan sobre ella".

Un párrafo que traducido a nuestros actuales esquemas describiría la ruina moral, social y económica de quienes han malgastado los tesoros del Señor.

"Somos servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios". Así define san Pablo la identidad de los cristianos.

Un rico empresario cayó enfermo y comprendió que se acercaba su final. Y cuando el sacerdote le ungía las manos con aceite bendito, el moribundo interrumpió mansamente: Márquelas con la cruz, mi padre, pero le digo que he procurado siempre administrar con honradez los dones que Dios me ha confiado.

Como él muchos, mediante una buena gestión, han acumulado un tesoro en el cielo. "Donde no hay polilla ni herrumbre. Ni tampoco ladrones que lo roben".

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