Después de un partido en el Atanasio Girardot, tal vez los únicos sitios de Medellín que pueden reunir personas de todos los estratos, géneros y colores son: el aula de capacitación y el auditorio del Tránsito de Caribe.
No tiene nada que ver un partido de fútbol con un curso para infractores, pero media hora antes también hay filas para entrar, no faltan los colados que enfurecen a los cumplidos y hasta las requisas en la entrada se parecen por lo malas.
"Bienvenidos... Acá estamos todos por nuestra propia voluntad, nadie vino obligado", comenzó Gonzalo Restrepo, el conferencista que desde las 9 a.m. del sábado pasado arrancó con la charla para aquellos que están aprendiendo de nuevo lo que se les olvidó en la calle.
Si bien, como dijo el experimentado taxista y a veces humorista Gonzalo, el que no quisiera estar ahí se podía ir, estaba claro que en la mente de algunas de las 80 personas que decidieron ir a repasar cómo ser mejores ciudadanos cuando se movilizan, rondaba la idea de estar contra su voluntad, obligados e inmerecidamente.
El Código Nacional de Tránsito tiene tantas normas, como infracciones que día a día son la materia prima para que los cursos tengan clientes fijos y una motivación social.
Un popurrí... con risas
La imagen estaba compuesta por motociclistas, conductores de servicio público, particulares, ciclistas, peatones, ocho mujeres, ocho bigotones, cinco reincidentes... Todo un crisol de la Medellín de la calle.
En un recinto lleno en su mayoría por hombres, un comentario sin dueño como "¿cuál de nosotras fue?" sólo pudo provocar las carcajadas de todos los asistentes, mientras trataban de explicar la confusión que genera una infracción cometida por un bus con publicidad de toallas higiénicas.
Distendida y sin contratiempos transcurrió la sesión de tres horas en las que varios pestañearon, preguntaron y se rieron, se asombraron con los videos impactantes y volvieron a dormir.
No obstante, no faltó quien no se riera con los chistes, quien entró al curso alegando por haber sido citada media hora antes, quien se avergonzaba de estar allí metida, quien hacía gestos de inconformismo con cada comentario que escuchaba y la que decidió desde el principio pasarse para la última fila para no aparecer en la fotografía que usted observa arriba.
"Esto es normal. Hay quienes no quieren estar acá y que piensan que esto es un castigo, además porque en algunos casos puede que no hayan sido culpables, pero así lo decidió el inspector", explicó Gonzalo sobre la actitud de la señora en cuestión.
Al contrario de algunas sesiones en las que, dicen algunos que han ido, el conferencista es un guarda de tránsito hablándoles más a criminales potenciales que a infractores de tránsito, la sesión del sábado sirvió para recordar, como en clase de matemáticas y con chistes, que la velocidad máxima en zona residencial es de 30 Kms p/h, que la impericia y que el exceso de velocidad son los motivos de más accidentes y que el amarillo del semáforo no es "para pasar emputao", como bromeó Restrepo.
José Fernando Gutiérrez, un motociclista que se extraña por el comportamiento de los conductores de vehículo que bajan por Las Palmas, reconoció que se montó con su vehículo a un andén y que, consciente de la falta que cometió, el curso le "gustó, porque es muy informativo y sirve para refrescar la memoria de muchas cosas que se olvidan. Somos humanos".
La sesión culminó a las 11:30 a.m. con una bendición cristiana de una señora que se levantó, predicó y alabó a Jesús "el mediador de la vida, el amor y la responsabilidad", la misma que necesitaban todos los presentes y hasta ella misma, para no volver a ser enviados a recordar lo básico de manejar. Terminó con un "Dios los bendiga", dirigido seguramente a los conductores y a los que a veces sufren con tanto buñuelo en la calle.
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