Fue un amanecer atípico en Belencito. El templo consagrado a Santa Laura estuvo rodeado de fieles pendientes de una pantalla gigante afuera de esta iglesia.
La devoción del momento le dio tibieza al frío propio de las dos de la mañana. Sentada en el borde de una jardinera, Jeny Pérez, una chica alta y bonita de 18 años conversa con su hermana Maribel, de 13.
Ellas, junto a sus otras dos hermanas, estudiaron en la Institución educativa Perpetuo Socorro, lo que las convierte en devotas de Laura.
“Aprendimos a querer a la Madre Laura desde que estábamos niñas, siempre ha estado presente en nuestra oración y siempre nos ha ayudado”, dicen.
Pese a lo que se anticipaba y al cierre de vías varias cuadras antes de llegar a la sede de la congregación, no se vieron tumultos ni aglomeraciones.
Lo que si se sintió fue la emoción, los aplausos y la alegría de quienes llenaron el templo de la luz, de quienes oraron toda la noche para acompañar a la madre Laura y le enviaron aplausos al cielo desde Belencito.