Es el pan de cada día oír o leer que fue desmantelada una "poderosa banda" de criminales y sus integrantes puestos en manos de la justicia, es decir, encarcelados.
A las cárceles todos los días entran más prisioneros y como estas no son de "caucho", el hacinamiento es cada vez mayor e infrahumano.
Se oyen denuncias de las pésimas condiciones en que están recluidos los detenidos, por problemas de infraestructura, falta de higiene y servicios asistenciales básicos.
Se preveía que el hacinamiento iba en aumento y para ello se definió la construcción de 10 supercárceles para albergar 24.331 reclusos.
Pero hasta el sol de hoy no hay ninguna claridad sobre la puesta en marcha de estas cárceles y, mientras tanto, la población carcelaria sigue creciendo de manera casi exponencial y sometida a unas condiciones deprimentes y ausentes del respeto por los derechos humanos.
Hay en Colombia 144 cárceles que a fines de octubre de 2012 albergaban 114.284 retenidos (105.660 hombres y 8.624 mujeres) cuando la capacidad real era de 75.726 reclusos, con lo que se observa un hacinamiento del 50.9 % (la regional Antioquia presentaba un hacinamiento del 85.8 %).
Lo más grave del asunto es que la población carcelaria era de 63.603 detenidos a finales del 2007.
En poco más de cinco años la cifra se ha duplicado. Esto es un claro síntoma de lo que está ocurriendo en el país, con un aumento desmesurado de la delincuencia, producto de la inequidad, el desempleo y la carencia de oportunidades. (Como curiosidad no había presos en las cárceles de Purificación, Tolima y Manzanares, Caldas).
Tiene la sociedad colombiana una bomba de tiempo con el tema carcelario (en las cifras no se incluyeron los reclusos que tienen casa por cárcel o que están monitoreados por controles electrónicos, algo así como 6.800 reclusos más).
Las cárceles deben ser instrumentos de resocialización y de preparación para reintegrarse a la sociedad.
Es este un gran tema nacional que se debe enfrentar con entereza, firmeza y creatividad.
Es verdad que el que la hace la paga y en mucho para eso están las cárceles.
Pero no puede ser que la aplicación de la justicia avale la violación de los derechos humanos de los detenidos.
Es por todos sabido que hay retenidos que por su condición política o económica reciben trato preferencial en las cárceles donde están retenidos. Es no es equitativo ni justo.
Quiera Dios que nunca lleguemos a ser inquilinos de una cárcel y mucho menos de una colombiana.
Aunque hay muchos ciudadanos que gozan de libertad pero que están presos en sus propias cárceles, producto de su intransigencia, egoísmo, desprecio por todo y por todos, su deshonestidad e insolidaridad.
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