Frustración y decepción, por decir lo menos, es lo que se siente cada vez que salen publicados los resultados del país en competitividad. Colombia no solo no mejora en los ránquines internacionales sino que cada vez se encuentra más rezagada frente a sus competidores.
Esto es exactamente lo que pasó esta semana con el informe publicado por el Institute for Management Development, IMD, en el que Colombia perdió tres posiciones frente al año anterior. Y, la explicación es sencilla. Mientras que sigamos haciendo más de lo mismo no será posible obtener resultados diferentes.
Son tres las áreas en las que el país tiene que centrar su atención si quiere progresar en competitividad. Son estas, infraestructura, educación e institucionalidad. De hecho, de acuerdo con Xavier Salai-i-Martin, economista y autor del Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial, FEM, si Colombia lograra ser líder a nivel latinoamericano en cada una de estas, podría mejorar su competitividad en cuarenta posiciones. Pero, hay que proponérselo.
Desafortunadamente, la evidencia muestra todo lo contrario, y el caso más ilustrativo para demostrarlo es la negociación reciente con los maestros. Después de todo lo que se ha hablado y escrito sobre la necesidad de mejorar la calidad de la educación, y de la promesa del presidente Santos en el sentido de convertir a Colombia en el país más educado de América Latina hacia el año 2025, el gobierno, ante las amenazas de los maestros de continuar en paro, terminó, al posponer la discusión, cediendo una de las herramientas más valiosas para lograrlo, como es la evaluación. Grave error, pues como bien lo muestran varios estudios, la calidad de un sistema educativo no puede exceder la calidad de sus maestros.
En infraestructura, el rezago es contundente, y se ve claramente reflejado en la posición que ocupa el país en este pilar en el índice del FEM: 117 entre 148 países. Entre las razones que explican este retraso está la poca inversión, pero también la ineficiencia en el uso de los recursos y por encima de todo, la corrupción. Según un estudio reciente publicado por la OCDE, los colombianos pagamos tres veces las carreteras que tenemos.
Si bien la creación de la Agencia Nacional de Infraestructura es un avance fundamental, especialmente en términos de institucionalidad, y se empezaron ya a adjudicar los proyectos 4G, es claro que el país es más que estas vías, con las que apenas se cierra la brecha. Más pronto que tarde habrá que trabajar en la estructuración de las vías 5G, así como en un plan de vías secundarias y terciarias, críticas para el desarrollo productivo.
Finalmente, en institucionalidad -sistema arterial de la economía- es donde Colombia está más mal. No en vano por este motivo la inseguridad y la corrupción son los dos temas que más preocupan a los colombianos. A pesar de los buenos indicadores macro, 70 % de la población considera que las cosas en el país van por mal camino.
Sin un esfuerzo decidido por mejorar la educación, la institucionalidad y la infraestructura, Colombia se mantendrá en su posición de colero en los ránquines internacionales de competitividad. Cuando salgan los resultados, no hay que sorprenderse.
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