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Cátedra del toreo arte, por Ponce

13 de febrero de 2010
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Bien vale la pena que pasen muchas tardes viendo faenas de variados estilos, con toros bravos, menos bravos y mansos; para presenciar lo sublime del arte del toreo a cargo de un catedrático como Enrique Ponce. Fueron cinco tandas de naturales, una verdadera lección del sentimiento de la estética y la sapiencia torera, para conjugar la embestida de un toro que se entregaba a la muleta maestra, inspirada como pocas tardes.

Ese pellizco de que hablaba el poeta Bergamín lo sintió el torero de Chiva que tras oír alguna protesta del tendido de sol se creció como los toros de casta cuando los puyan. No importa que hubiera pinchado en hueso sin soltar la espada para luego cobrar una excelente estocada, allá precisamente cerca de los que protestaban, los cuales aclamaban al torero en apoteosis que concluyó con la repetición de la vuelta al ruedo exigida por el público, con una lluvia de flores que yo no había presenciado en Medellín. No importa que hubiera cortado una sola oreja, porque vale más esa ovación que aún parece vibrar en nuestros oídos cundo el valenciano besaba la arena en medio del albero. Yo, que llevo tantos años viendo toros le hubiera concedido las dos orejas. Es que es tan difícil ligar un toro sin despeinarse ni ensangrentar el traje, y hacer vibrar la plaza no propiamente por el arrimón sino por el toreo estético que se dibuja con una muleta como el más sutil de los pinceles.

Bien diferente la faena de Castella en el quinto de la tarde. El francés en los medios estuvo variado, emotivo, valiente como le hemos visto en sus otros toros. Con razón encabezó el año anterior las estadísticas en España. Como anda en buena racha con la espada, mató de gran estocada cortando las dos orejas para salir nuevamente por la puerta de San Juan.

El criollo Cristóbal Pardo que tenía serio compromiso ante dos figurones, seguro que se sintió psicológicamente inferior mostrando en su primero una faena desligada a un toro que tampoco tenía buena embestida pero en el sexto debió estar mejor con el toro que juntamente con el cuarto y el quinto fueron los mejores del encierro.

Para La Carolina le cabe el honor de habérsele otorgado la vuelta al quinto, segundo de Castella y haber permitido esa obra de arte ya narrada de Ponce. También los ganaderos paisas pueden sacar pecho, pues en el Festival Nocturno del viernes permitieron el lucimiento de los toreros que cortaron ocho orejas.

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