A la hora en punto y por tres horas exactas, sin descansos ni falsas despedidas, Cheo Feliciano celebró este fin de semana sus cincuenta años de carrera en el teatro Wamu, adjunto al coliseo del Madison Square Garden.
"Les recuerdo que son solo mis primeros cincuenta años" decía con frecuencia el entusiasta Cheo, quien estuvo acompañado por varios de sus compañeros de aventura musical como Eddie Palmieri, Roberto Roena, Johnny Pacheco, Bobby Valentín, Papo Luca, Ismael Miranda y Marco Antonio Muñiz. El ministro de Turismo de Panamá, Rubén Blades, debió cancelar su asistencia a último momento, pero no se le extrañó en la fiesta.
El concierto recordaba el desenfado y la alegría que se ve en las despedidas de los futbolistas, cuando se juntan viejos deportistas a celebrar la carrera de algún grande que deja las canchas. Con la diferencia de que estos músicos no mostraban el cansancio ni los años, sino que parecían tan vigorosos como en la cúspide de sus carreras. Además, a Cheo le quedan más años de sabor.
Bolero, salsa y pachanga se entremezclaron en la noche, amenizada por la Spanish Harlem Orchestra. Los amigos de Cheo entraban, hacían su parte, abrazos, recuerdos y que venga el siguiente. Feliciano no necesitó de maestro de ceremonias ya que él mismo fue el principal animador. Entre canción y canción Cheo recordaba sus primeros años cuando le cargaba las maletas a Tito Rodríguez con la esperanza de que lo dejara tocar con él. "Fue Tito el que me convenció de que dejara de intentar ser conguero y timbalero y me dedicara a cantar". Luego Cheo describió su paso por el Sexteto de Joe Cuba y sus colaboraciones con Tito Puente, Palmieri y Machito.
En ocasiones bromeaba con el público: "Yo sé que están muy estrechos para bailar, pero se pueden menear en sus sillas" e imitaba el movimiento. También se burlaba de sí mismo, antes de cantar 'Yo no soy un ángel' (compuesta hace 14 años y que solo se convirtió en un éxito en Puerto Rico a principios de este año): "Cuando me llamaron algunos amigos a felicitarme yo no podía parar de reírme".
En el concierto
El público hispano animaba a su ídolo. Se escuchaban acentos dominicanos, mexicanos, venezolanos, panameños, y por supuesto, colombianos. Pero los que más abundaban eran los puertorriqueños que tanto adoran su bandera y a su músico de Ponce.
Se notaba la ausencia de adolescentes o veinteañeros, generación hija del reggeatón. Más se veían personas mayores de treinta y con varias décadas encima, más veteranas que Cheo, y quienes vieron debutar a este joven cantante en los años cincuenta. También asistieron algunos niños, cuyos padres seguramente les querían infundir el buen gusto musical. Cheo les regaló a ellos, entonces, una bella versión del tango El día que me quieras.
Cuando pasaba de los boleros a la salsa, Cheo soltaba las frases típicas de: "Se soltaron los caballos", "Familia, esto es salsa" o "Esto es para los que creían que la salsa se estaba acabando". Algunas mujeres le llevaban rosas. Una niña le llevó un ramillete. "¡Es mi nieta, señores y señoras!"
Cheo también cantó el bolero Contigo aprendí, de Armando Manzanero, Yo quiero ser tu juguete, Salome. Le narró al público que la canción Cómo ríen se la compuso a su esposa inspirado en sus primeros años de casado, cuando debía ir a cantar los seis días de la semana a los hoteles frecuentados por ricos al norte de Nueva York, y veía a la gente pasar un buen rato, mientras él extrañaba a su joven esposa que lo esperaba en un pequeño apartamento de Manhattan. Al final, la mujer subió al tablado y la pareja se abrazó largamente.
Parejas de espectaculares bailarines se movían frenéticamente por todo el escenario. Uno de ellos soltó a su pareja y la mujer fue robada por Roberto Roena, que a su edad todavía baila como un muchacho. Imágenes de algunos de estos músicos, los presentes y los ausentes, se alternaban en las enormes pantallas. "Esto es una mini Fania" gritó Cheo.
Cerca del final Ismael Miranda cantó su clásico No me digan que es muy tarde ya. Luego Cheo cantó el bolero Inolvidable, Quítate tú pa' ponerme yo, Amada mía y, por supuesto, Anacaona. El público no pudo esperar mejor despedida y cerró con un largo aplauso la gran noche del gran Cheo Feliciano.
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