Una buena parte de las comunicaciones que recibo se refieren a errores e imprecisiones en el contenido del periódico. En varias ocasiones me he referido al tema, pero bien vale la pena una reflexión más.
Un conjunto de lectores escribe con mayor frecuencia. De Luis Alfredo Molina Lopera, Luis Fernando Múnera, Fredy Erazo Estrada, Rosario Cuartas, Carlos Gaviria Z., Jorge Arango, Giovanni Restrepo, Catalina Roldán y Ángela Saldarriaga he recibido correcciones en los últimos días.
Algunos de los errores podrían catalogarse como de simples descuidos porque se trata de la mala digitación de una letra o de equivocaciones por trastocar caracteres y aun palabras. Una letra mayúscula dentro de una palabra que va en minúscula o una mayúscula inicial cuando no es nombre propio, por ejemplo, molesta pero no impide la lectura ni cambia el sentido, por norma general. Se han detectado hasta en el crucigrama.
A veces también aparecen restos de la escritura anterior por no corregir y limpiar la nueva palabra o frase. Resultan palabras añadidas con caracteres que no corresponden, aun en la primera página que es vista por más ojos de periodistas y editores. A veces ocurre lo contrario: falta un carácter.
La tilde donde no va, o la falta de ella, también molesta y enoja a los lectores porque denota descuido o falta de conocimiento sobre las normas de acentuación de las palabras.
Una categoría más de errores lo constituyen las imprecisiones en cifras, cantidades y unidades de medida o de valor. Estos gazapos se repiten principalmente en los contenidos económicos y deportivos.
Equivocaciones de otra naturaleza enojan al lector, como confundir una calle por una carrera o el nombre de una región o un país por otro; el apellido de una persona con el de otra; la falta de concordancia o el craso error ortográfico.
En los periódicos no deberían salir errores. Sin embargo, ellos se cuelan con más o menos facilidad según múltiples factores que afectan la redacción periodística.
Algunos diarios en su afán de mejorar la calidad periodística y de mantener la credibilidad y también por la responsabilidad social que implica el ejercicio profesional, corrigen sus errores mediante la publicación permanente de una sección de correcciones o fe de errores. Ojalá EL COLOMBIANO adopte este mismo criterio.
No obstante, en la sala de redacción es necesario mantener políticas sistemáticas y coherentes de cero errores en la redacción, estímulos al estudio del lenguaje, mayor conciencia de crítica y espíritu autocrítico.
Las llamadas o mensajes de los lectores son advertencias para que los errores cometidos hoy no se repitan mañana y para que las correcciones se publiquen ojalá en la edición del día siguiente. Un error sin corregir es un nuevo error que se multiplica indefinidamente.
Los periodistas tenemos, más que la obligación, el reto de escribir correctamente porque formamos parte de lo que algunos autores denominan la república de las letras.
Camilo José Cela consigna estas palabras en su decálogo de deberes de los periodistas: "... escribir siempre con la máxima sencillez y corrección posibles y un total respeto a la lengua. Si es ridículo escuchar a un poeta en trance, ¡qué podríamos decir de un periodista inventándose el léxico y sembrando la página de voces entrecomilladas o en cursiva!".
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