"Todo tiene su fin", dijo don Julio Mario Santo Domingo el día que hizo entrega de su buque insignia, la empresa Bavaria, a SABMiller. Para él, su fin existencial llegó a los 87 años, tras una vida dedicada a forjar empresas. Más de un centenar, que le aportaron al país empleo y bienestar. Casi ningún sector de la economía le fue ajeno y con su visión integró uno de los conglomerados empresariales más importantes de América Latina.
Fue un magnate de los negocios, que ocupó el puesto 108 de los hombres más ricos del mundo, según la célebre clasificación de la revista Forbes. En la mente de los colombianos quedará inscrito como uno de sus más grandes empresarios. Con él surgió la empresa moderna en Colombia.
Fue un hombre poderoso, porque además de su inmenso capital económico, se vinculó a sectores de los cuales derivaba una gran influencia: los medios de comunicación y la política. Por ello era consultado hasta por presidentes de la República que viajaban a visitarlo a su casa en Nueva York o en su residencia en París. Aunque vivió más tiempo por fuera del país, estaba enterado de lo que sucedía en los círculos más íntimos del poder en Colombia. También fue amigo de presidentes de otras naciones y de altas personalidades de la política internacional.
Sus hilos se movían desde las altas esferas de la política y la economía, hasta el deporte, como primer gran patrocinador del fútbol colombiano.
No estuvo ausente tampoco de las necesidades sociales de Colombia en algunos frentes y, además del aporte que hizo con sus empresas en diversos campos, se distinguió también por su faceta filantrópica con el apoyo a entidades culturales y educativas, y el patrocinio de jóvenes talentos universitarios.
Hombre de temperamento reservado y una expresión adusta, siempre elegantemente vestido y nunca inmerso en escándalos de ninguna índole, fue el líder empresarial colombiano de más talla internacional.
Fue un hombre con estilo, de finos modales, culto, políglota y que no ahorró en gustos. La imagen viva del empresario exitoso desde la cuna, pero que nunca dejó de crecer.
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