Bradley Manning, el soldado detenido por su supuesta filtración de documentos a Wikileaks, duerme desnudo siete horas en su celda de Quantico (Virginia).
Recluido allí desde junio de 2010, se enfrenta a cadena perpetua e incluso a la pena de muerte. Mientras espera, está confinado 23 horas al día en una celda desprovista de mobiliario, sin almohada, sábanas o posesiones personales, según ha denunciado Amnistía Internacional. Se le prohíbe, incluso, utilizar sus gafas para corregir la miopía de caballo que padece.
Bradley Manning cometió un delito por incumplir -presuntamente- el Código Militar, al revelar documentos secretos, pero bajo ningún concepto merece las vejaciones que los propios responsables de la prisión han admitido.
Probablemente, Manning pasará el resto de sus días pagando con su existencia cada letra de cada documento filtrado. Nada explosivo que haga tambalear los cimientos del mundo libre. Nada que no sospechásemos.
Sin embargo, quienes manejan los hilos, los que parten el bacalao, están dispuestos a que Manning sirva de escarmiento para evitar que futuros "traidores" aireen las sucias relaciones entre política, diplomacia y los más turbios intereses económicos.
Los responsables de Lockheed Martin están entre ellos. Al contratista de guerra más grande del mundo, con sede en Maryland, le importa un cuerno el daño que las supuestas revelaciones de Manning hagan a su buen nombre. Si no, jamás hubiera traicionado su máxima: "Nunca olvidamos para quién trabajamos". En 2007, Lockhed Martin estaba como loca por vender aviones militares de transporte al régimen de Chad.
Por supuesto, la embajada americana en N'Djamena estuvo dispuesta a echar una mano, pese a las sospechas de que los aparatos podían ser utilizados para aplastar una rebelión democrática. "Nuestra conclusión es que, sea cierto o no, nuestros intereses están en que la venta siga adelante", escribió el embajador de EE.UU. en Chad al Departamento de Estado.
En 2009, la propia embajada volvió a recomendar una operación sobre la que a día de hoy es imposible saber si se ha realizado o está a "durmiente". Un portavoz del Departamento de Estado ha reconocido a Reuters que "la Administración de Estados Unidos trabaja con discreción para promover y asistir a los intereses comerciales en el exterior. Por supuesto, sin contravenir las leyes locales".
Pero como la ley no existe en más de la mitad del mundo, los negocios con asesinos, ladrones y dictadores son lícitos fuera del mundo libre. Gadafi es otro ejemplo. Medio Occidente ha hecho jugosos negocios con él. Igual que con las tiranías china y vietnamita, la dinastía saudí, y decenas de genocidas africanos, entre otros lucrativos "parias".
Ahora, a todos esos Gobiernos parece haberles entrado un ataque de "conciencia democrática" selectiva. El propio Zapatero aseguró en Túnez, la pasada semana, que España "lideraría" los cambios democráticos en el norte de África.
Lo dijo después de recaudar millones de euros de los emires de Abu Dhabi y Catar en contratos y aportaciones para salvar las decenas de maltrechas Cajas de Ahorro españolas. Ni Catar ni los Emiratos Árabes Unidos toleran la democracia, pero poco importa.
Tienen miles de millones para invertir. Bajo el Gobierno del socialista Zapatero, España ha duplicado la venta de armas a países que violan los derechos humanos. Entre nuestros mayores clientes, "paladines" de la libertad como Marruecos, Argelia, Irán o Arabia Saudí, con quien se ultima la venta de 250 carros de combate Leopard , por 3.000 millones de euros. Zapatero apoya la operación. La política al servicio del negocio. Así es y será siempre, pero no nos castiguen más con su hipocresía.
Es el soldado Manning quien la paga con su vida.
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