Quienes no nacimos en Medellín, pero que por motivos personales hemos fijado nuestra residencia en esta ciudad, no podemos negar los progresos indiscutibles que registra en aspectos muy importantes para la cultura, la seguridad, la calidad de vida.
Ello no quiere decir, como algunos lo pretenden decir, que todos los problemas están resueltos y que de verdad estamos viviendo en un paraíso.
No. Todavía se notan falencias en la movilidad, en el aseo de la ciudad en determinados sectores, en inseguridad pública. Por eso pensamos que antes de encender el incenciario hay que ser objetivos.
Vi, por ejemplo, el nuevo espacio en Telemedellín Un café con Alonso. Un grupo numeroso de personas, muchas debidamente uniformadas, escuchan los informes de los funcionarios que se ubican estratégicamente y después irrrumpen en aplausos prolongados y casi permanentes.
Pienso que más que lanzar un alud propagandístico sobre las bondades de la administración local, bajo cuyo peso quedan sepultados reclamos y observaciones, se debe evitar saturar al ciudadano.
Medellín comenzó a cambiar hace mucho rato y ¡qué bien que siga progresando!, entre otras razones, gracias al empuje de sus gentes, pero recordando siempre que "la vanidad perdió a Lucifer".
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