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El cantante Leonel Ospina vive su triste parranda

  • Leonel visita bares y cafés del sector La Bastilla del centro. En la Heladería La Marquesa toma tinto y cerveza, mientras canta y desahoga sus penas. | Jaime Pérez
    Leonel visita bares y cafés del sector La Bastilla del centro. En la Heladería La Marquesa toma tinto y cerveza, mientras canta y desahoga sus penas. | Jaime Pérez
05 de octubre de 2011
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Mientras en las emisoras empiezan a sonar clásicos decembrinos como María Teresa tiene ganas de cumbanchar, cuando suena la orquesta empieza a revoliar...; El jardinero o Ya nació el Niño, su intérprete, el famoso Leonel Ospina, se pierde en la soledad de las calles de la ciudad.

Varios rumores hay sobre el porqué Leonel, el Jardinero de la parranda, olvidó que fue el mejor artista de música parrandera y se fue a vivir a la calle.

Unos dicen que fue un golpe, otros que una mujer le dio un bebedizo, y hasta le han echado la culpa a la droga y al alcohol, pero él no se cansa de repetir que han sido largos años de penas y dolor, causados por situaciones sentimentales y familiares.

Solo basta con detenerse y conversar con él un momento para darse cuenta de un sin fin de historias incoherentes, enlazadas en una línea de tiempo que no coincide, que va y vuelve mezclando personajes, países y canciones que tal vez solo existen en su imaginario.

La guitarra es uno de sus más grandes amores pero la dejó hace más de 20 años. Sin embargo, la extraña a más no poder. Sin embargo, esta no fue la causa de sus penas. Dice que su tristeza viene desde que su esposa se fue a vivir al exterior con sus hijos.

Está irreconocible
Lleva su vida y su casa al hombro, en dos morrales llenos de discos, ropa, fotos y recuerdos. Y en el bolsillo de su camisa vieja y desgastada, una constancia firmada de su amigo Arturo Zuluaga, un artista asociado a Acinpro (Asociación Colombiana de Intérpretes y Productores Fonográficos), para que la gente lo reconozca como el famoso artista que es.

“Estos maletines son mi vida y no tengo dónde dejarlos. Si se me pierden se me va la vida entera”, afirma Leonel.

Sin rutina fija, horario ni consistencia, este antioqueño de 72 años frecuenta los bares y cafés del sector La Bastilla en el centro de Medellín; aunque sus amigos dicen que a veces es difícil de ubicar.

Así como puede visitar a diario la Heladería La Marquesa y tomarse unos cuantos tintos y cervezas, puede dejar de ir por tres días a Acinpro, donde recibe una mesada para cubrir sus necesidades, que se le entrega con moderación para evitar que se la gaste de una vez.

“Desde hace siete años nos enteramos de que Leonel estaba pasando por una situación personal muy complicada, prácticamente estaba como un indigente, y nos dimos a la tarea de ayudarle. Con lo que le damos no le da para vivir con lujos, pero sí para vivir bien”, afirma Octavio Machado, gerente de Acinpro.

¿Y su futuro?
Pasar de ser un artista reconocido a nivel nacional e internacional y de vivir con lujos en El Poblado, a ser un invisible habitante del Centro, que vive el día a día esperando encontrarse a un conocido que lo invite a almorzar, a tomarse un café o unos cuantos tragos mientras canta y desahoga sus penas, es en lo que se ha convertido la vida de Leonel Ospina.

“Ese cuento empezó hace más de 20 años cuando él se empeñó en no dejarse ayudar y se dedicó a embarrarla una y otra vez. Lo encontré en la calle y lo traje al Málaga para organizarlo y comprarle ropa, invitarlo a almorzar diario y hasta montarle eventos para recoger una platica para diciembre, pero él no quiso”, cuenta César Arteaga, administrador del Salón Málaga.

Sus amigos y conocidos del Centro lo admiran y lo ayudan día a día, pero piden el apoyo de una entidad de rehabilitación que lo valore como el mejor artista paisa de música parrandera. “Este hombre necesita una fundación que lo rescate del alcoholismo, la locura y la indigencia”, señala su amigo Juan Andrés Sánchez, quien nos alertó de la situación del cantautor.

Leonel anhela volver a arrancar su carrera artística en 2012, con un repertorio de canciones nuevas y la renovación de algunas viejas. Para este sueño pide un empujón que le devuelva los ánimos y una guitarra que suene bien para volver a practicar como en los buenos tiempos: “Yo ya finalicé como artista desde hace 40 años, pero si me ayudan vuelvo a empezar. No me da pereza arrancar de cero otra vez, pero eso sí, despacio para no cometer errores”.

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