Desafortunadamente el conflicto armado sigue ahí y no parece tener solución. Hace unos meses nos llovieron rayos y centellas porque dijimos que estábamos ante un rearme paramilitar y también que la guerrilla estaba lejos de ser derrotada y podría en cualquier momento reactivar sus acciones.
Era un informe de la Corporación Nuevo Arco Iris en el que pintábamos el nuevo mapa de los nuevos paramilitares y describíamos con detalle la situación de las Farc y el Eln. Hacíamos alusión igualmente al fenómeno de la parapolítica y a los avatares que afrontaban las investigaciones penales que se adelantaban contra cientos de dirigentes políticos.
No voy a cansar al lector con la repetición de todas las cifras que publicamos a finales del año pasado. Baste decir que juntando a los reductos paramilitares que se habían quedado por fuera de la negociación, a quienes habían vuelto a la delincuencia después de firmar el acuerdo de paz y a los grupos emergentes, podríamos hablar de cerca de diez mil personas que hacían presencia en doscientos cuarenta y seis municipios.
No menor era la amenaza guerrillera. Aún después de los duros golpes recibidos por las Farc, esta fuerza conservaba unos once mil ochocientos combatientes y en algunas partes, como el Bajo Cauca antioqueño y el departamento de Nariño, era evidente que estaban creciendo de nuevo.
Tanto el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, como el director de la Policía, General Óscar Naranjo, se apresuraron a catalogar de irreales los informes. Al mismo tiempo varios columnistas defensores de oficio del gobierno del presidente Uribe enfilaron baterías contra quienes nos atrevimos a señalar esta realidad.
Era desde luego más entendible la posición de los funcionarios públicos que tenían la misión de defender las ejecutorias del gobierno. Pero los columnistas y analistas eran extrañamente más vehementes. No querían reconocer que muchas de sus afirmaciones a lo largo del año 2008 se estaban viniendo al suelo.
No sé cómo explicarán ahora la cadena de acciones de las Farc y la pululación de grupos y bandas criminales muy parecidas a los viejos paramilitares. El hecho es que el gobierno en las últimas dos semanas ha reconocido la amenaza que significan las nuevas bandas y ha declarado una guerra abierta contra ellas. A regañadientes está reconociendo también la contraofensiva de las Farc.
Tampoco me alcanzo a imaginar cómo reaccionarán ante las nuevas vinculaciones de líderes regionales y nacionales a los procesos de la parapolítica, cuando hasta hace poco afirmaban que ésta era ya una página doblada.
Más allá el presidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor Rubén Salazar, ha vuelto a poner sobre el tapete la necesidad de una salida negociada al conflicto armado, afirmando tajantemente que no habrá una salida militar, que no es posible una derrota definitiva de las guerrillas y que más temprano que tarde será necesario sentarse a negociar la paz.
Nada de esto me alegra. Al contrario me entristece en lo más profundo del alma. Otra vez estamos ante una estrategia fallida para sacar a Colombia de la guerra.
El presidente Pastrana intentó una negociación de paz con las guerrillas y quiso plantarles militar y judicialmente a los paramilitares. No dio resultado. El presidente Uribe buscó una negociación con los paramilitares y las mafias y una derrota militar de las guerrillas. Tampoco ha dado resultado.
Entre tanto la guerra se ha degradado hasta abismos insondables, hemos perdido a miles y miles de seres humanos y hemos visto esclavizar mediante el secuestro o la desaparición forzada a miles de personas. En el curso de esas estrategias hemos elevado a casi seis puntos del PIB la inversión en defensa y casi duplicado la fuerza pública. ¡Ah! y nos hemos enemistado con algunos de nuestros vecinos por defender la salida militar.
Ahora, en medio de la crisis económica y de los grandes cambios que está experimentando la política internacional, quizás ha llegado el momento de ensayar otro camino y proponer un proyecto de reconciliación integral. No más guerra con unos y paz con otros. Paz con todos y ojalá muy pronto.
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