No espere que sus hijos hagan lo que usted no hace. Si dice mentiras, ellos también. Si no tiene paciencia, ellos tampoco.
Los hijos van detrás, casi como 'garrapaticas'.
Los padres, ineludible e indiscutible, son los primeros responsables de la educación de sus hijos. Después vendrá la escuela y la sociedad, pero "la primera y principal fuente es el hogar", enfatiza Ángela Marulanda, directora académica del jardín infantil Los delfines.
En ese aprendizaje los valores son fundamentales. "Los papás educan básicamente con su manera de decir, de aconsejar, de estar presentes, de corregir. Los hijos lo copian todo", señala María Mercedes Villegas, directora general y de familia del preescolar Carrizales.
Así, si usted es de los que le dice a su hijo que diga que no está en el teléfono, no espere que su hijo no le niegue después que, por ejemplo, sacó una A en matemáticas y no una E, como le gustaría.
"No tiene ningún sentido -añade María Mercedes - que les digamos que sean tolerantes con el otro, cuando la pareja no se tolera entre sí".
Es una cuestión de práctica, porque en los pequeños, eso de que las palabras se las lleva el viento, tiene mucho sentido.
"Un niño que en su casa recibe comportamientos agresivos o descorteses, así empezará a relacionarse con los demás", explica Ángela.
Aprendiendo con ellos
Los primeros años son la edad ideal para enseñar valores, en tanto se interiorizan con más facilidad y eso hace que el valor, convertido en hábito, sea parte de la vida y de la forma de ser de la persona, tanto así que no le cuesta esfuerzo realizarlo.
La directora del jardín Los delfines cuenta que la enseñanza debe iniciar desde que el niño nace y "empieza a recibir afecto y cuidado de la familia".
Ahora bien, hay periodos sensitivos, según lo expresa María Mercedes.
Para el orden la edad ideal son los tres primeros años; para la obediencia, del uno al seis; la amistad, de los 12 a los 15 años, y así en sucesiva.
"Podemos decir que a los 18 años hay un ser humano muy estructurado, es decir, un desarrollo de lo que es y lo que va a ser", indica la directora de familia.
Eso va de la mano con el hecho de que los valores no se aprenden todos al tiempo. "Una medida muy sana es ver qué le cuesta a mi hijo más -dice María Mercedes- y hacemos un plan de acción concreto para abarcarlo".
Eso implica unas metas, uno objetivos y, fundamental, la motivación. No es solo decir recoge, sino hacerlo jugando y explicando los beneficios. Ser ordenado, por ejemplo, hace que no se pierdan las fichas del rompecabezas.
Cuando se logre ese valor, se piensa en que deje las pataletas. "Es una cuestión de ir superando metas", insiste.
Y lo que no puede faltar, el acompañamiento, el dedicar tiempo de calidad a los pequeños. Vuelve el ejemplo de los padres: mostrar el valor del interés por el otro, léase su hijo. Usted es el que va adelante en la fila, que no se le olvide.
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