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EL DELITO DE HABER NACIDO

  • EL DELITO DE HABER NACIDO |
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05 de septiembre de 2014
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Y vienes tú, muchacho, otra vez ante este pobre viejo con el cuento del delito de envejecer. Pues, te digo que en casa del ahorcado no se menciona la soga.

-Me perdona, tío, no le quería decir viejo, pero creo que usted, por sus muchos años, sabe de esto más que yo.

-¿El delito de envejecer o el delito de haber nacido? Y te lo planteo así, no porque a estas alturas yo vaya a renegar del gran milagro de la vida., sino porque en mi memoria, esa palabra "delito" para una etapa de la vida, me hace recordar unos versos de Calderón de la Barca, en el monólogo de Segismundo, con que empieza su clásico drama "La vida es sueño". Pero estoy seguro de que vas a decir que son chocheras mías.

-Adelante, padre. Nunca caen mal unos versos.

-Pues pon envejecer donde se lee nacer y ahí tienes el grito desgarrado de muchos ancianos. Te recito de memoria: "¡Ay, mísero de mí… ¡Ay, infelice…/ Apurar, cielos pretendo,/ ya que me tratáis así,/ ¿qué delito cometí/ contra vosotros naciendo?/ Aunque si nací ya entiendo,/ que delito he cometido,/ bastante causa ha tenido/ vuestra justicia y rigor,/ pues el delito mayor/ del hombre es haber nacido./ Solo quisiera saber,/ para apurar mis desvelos,/ dejando a una parte, cielos,/ el delito de nacer,/ ¿qué más os pude ofender,/ para castigarme más?/ ¿No nacieron los demás?/ Pues si los demás nacieron,/ ¿qué privilegios tuvieron,/ que yo no gocé jamás?".

-Bellos versos, pero versos duros, tío. ¿Es lo que usted siente como viejo?

-El envejecimiento, hijo, es una ley de la vida. Si tú amas la vida desde el primer momento de la concepción, debes amarla hasta el último latido. No es la vida sino la sociedad la que discrimina, margina y hace que la vejez sea tan dura para muchos. No hay derecho a que con esa falta de ética y de sentido de humanidad que tiene la macroeconomía, se golpee más a quienes son más débiles y se hunden irremediablemente en la precariedad y en las carencias.

-Es a lo que yo me refiero, tío, cuando hablo del paralelo de los 65 años.

-Los paralelos del mapa de la vejez en Colombia son varios. Si después de los 40 pierdes el empleo, considérate sin trabajo para el resto de tus días. Si a los 55 o 60 logras tocar con las manos el espejismo de una jubilación menguada, en caso de que lo consigas y no te trague el remolino del papeleo y de las insoportables esperas e incumplimientos del Sistema de Salud, empiezas a sentirte (y a estar) abandonado.

-Es que, muchacho, en una sociedad que rinde culto al dios de la productividad, a las personas las tratan como a los muebles y a las cosas viejas. Que si no son útiles, no sirven; si no sirven, sobran; si sobran, estorban; si estorban, hay que arrumbarlos en el cuarto de sanalejo.

-Todos son escalones por los que se baja al abismo.

-O, debo decírtelo y de ello estoy convencido por duro que sea ese último tramo de la vida, son las escalas por las que se asciende a la plenitud. Pero de los ángeles del ocaso hablamos otro día. Por hoy, simplemente espantemos los demonios de la vejez.

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