En diciembre de 1997, vísperas de Navidad, fui contactado por las Farc para estar presente en la entrega de seis alcaldes del Oriente antioqueño que tenían secuestrados. Luego de tres horas de viaje, un sábado temprano en la mañana, ya le estaban entregando al conductor del periódico una nota para que regresara solo: los dos periodistas de El Colombiano y los dos de Teleantioquia Noticias quedan secuestrados "a partir de este momento por el 9° Frente de las Farc". Todo un engaño.
Hace dos semanas llamamos desde esta redacción a "Rodrigo Granda", de las Farc, para confirmar la llegada a La Habana de "Pablo Catatumbo". Era sábado 6 de abril, a las 11:30 de la mañana. El primero aseguró no saber nada sobre el viaje del segundo. Pero solo seis horas después, Catatumbo ya estaba en Cuba. Y diez horas luego las Farc colgaron en internet una foto que mostraba juntos a "Iván Márquez", "Rodrigo Granda" y, al centro, "Pablo Catatumbo", exhibiendo rostros de complacencia y camaradería en su reencuentro. ¿Granda no lo sabía? ¿Quién le cree?
Son de recordar los comunicados de las Farc negando el asesinato, en junio de 2007, de 11 diputados del Valle del Cauca que tenían secuestrados. Culparon a "un grupo armado no identificado", cuando en realidad fue un episodio de "fuego amigo" en el que tropezaron dos escuadras guerrilleras descoordinadas, lo que llevó al fusilamiento de los cautivos.
En febrero de 2009, primero negaron y después justificaron la masacre de 13 indígenas awá por parte de sus hombres en Nariño. Igual, las Farc siempre se resistieron a aceptar su culpabilidad y a pedir perdón por la matanza de casi un centenar de civiles en el templo de Bojayá, en mayo de 2002. Ni qué decir de la bomba en El Nogal.
Podría enumerar una decena de casos en los que las Farc engañaron a familias de secuestrados a las que les cobraron rescates millonarios, para luego devolverles las coordenadas de las fosas con sus cadáveres o dejar a esas víctimas en el olvido de la selva, sepultadas por una monumental inhumanidad. Todo "en nombre de la revolución y de la lucha armada".
Es hora de que las Farc entiendan el enorme anhelo que hay en los colombianos de conseguir la paz. Por eso mismo deben empezar a dar señales inequívocas de querer reconciliarse con los civiles que las han padecido por décadas. Un buen primer paso, elemental, es no engañarnos más. Cosa tan sencilla, pero esencial: la verdad.
La mesa de negociación deberá ser muy sensible e inteligente para equilibrar el interés político de los jefes guerrilleros y sus tropas, con el deseo de justicia y reparación de las víctimas. Esa será una señal decisiva para no defraudar a una nación que se resiste a aceptar una paz llena de mentiras e impunidad.
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