La presión aumenta para el presidente egipcio Mohamed Mursi y parece estar terminando el cuarto de hora de popularidad que le otorgó el haber mediado para detener la ofensiva israelí en Gaza, el pasado 22 de noviembre.
El llamado al diálogo nacional fue rechazado contundentemente por la oposición, con marchas masivas que avanzaron por las calles de El Cairo hasta el Palacio Presidencial.
Grupos liberales, izquierdistas y revolucionarios, agrupados en el Frente de Salvación Nacional, dijeron ayer que "el diálogo carece de los elementos básicos de una negociación verdadera".
La situación plantea un dilema para los Hermanos Musulmanes, que ven cómo su principal figura pierde fuerza, aunque por ahora no ven amenazado su poder en un Egipto en el que el islamismo radical está muy arraigado.
"Los Hermanos Musulmanes tienen el partido más organizado de Egipto, con un muy buen trabajo de base y excelente movilización, lo que le ayuda a mantener el poder", aseguró Mauricio Jaramillo Jassir, profesor de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.
El vicepresidente egipcio, Mahmud Meki, dijo ayer que Mursi está dispuesto a aceptar un aplazamiento del referéndum sobre la nueva Constitución, previsto para el próximo 15 de diciembre.
Dicha jugada podría dar al líder un respiro y preceder a algunas enmiendas en la Carta Magna, de acuerdo con el internacionalista de la Universidad de La Sabana José Ángel Hernández, quien agregó que el Ejército juega un rol importante en esta coyuntura.
"Los militares no simpatizan con los Hermanos Musulmanes, y tal vez miran con simpatía las manifestaciones", señaló.
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