Los atentados terroristas de los últimos dos días en Nariño y Cauca, con 15 muertos, medio centenar de heridos y cuantiosos destrozos materiales, no sólo obedecen a la demencia de las Farc, sino también a preocupantes vacíos en la estrategia militar diseñada por el Gobierno para contrarrestar los coletazos de una organización criminal que, pese a haber perdido a sus más grandes cabecillas, sigue teniendo gran capacidad de hacer daño.
Eso resulta paradójico, pero no debería sorprendernos. Las Farc siguen actuando como una "organización" capaz de reciclar dentro de sus propias filas a los sucesores de quienes han sido abatidos, capturados o se han desmovilizado, para conservar una "unidad", no necesariamente cohesionada, pero sí atada al objetivo de generar terror, mientras hablan de paz.
Eso lo han hecho siempre y lo seguirán haciendo. Las Fuerzas Militares lo saben, pero las estrategias diseñadas para responder a ese desafío no parecen ser consistentes con la dinámica violenta de las Farc. Empezando por aceptar que tenemos dos clases de ejércitos con capacidades logísticas, adiestramiento y realidades jurídicas distintas y diametralmente opuestas.
Mientras las llamadas Fuerzas Especiales fueron creadas para alcanzar blancos de alto valor estratégico (baves) y cuentan con sofisticados sistemas de inteligencia, modernos equipos de combate y son menos vulnerables a la guerra jurídica, pues sus objetivos han sido y son los miembros del secretariado; hay otro ejército regular con modestos equipos de combate, atemorizados ante la posibilidad de terminar en los tribunales y no pocas veces desmotivados por fallos de la justicia.
Buena parte de ese "otro ejército" no está operando debidamente y ese es el espacio que están aprovechando las Farc para reacomodar sus estructuras, copar territorios y hacer daño. Los avances en el Plan de Consolidación demandan no sólo la presencia militar, sino la acción integral de los demás sectores que garanticen la institucionalidad, recuperen la confianza de las comunidades e impulsen el desarrollo de la gente. Sólo así será posible cerrarles el paso a las Farc, las bacrim y los narcotraficantes.
El anuncio del ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, de crear una central de inteligencia en Tumaco y aumentar el pie de fuerza en el corredor entre Nariño y Cauca, son decisiones importantes, pero insuficientes, dada la capacidad de adaptación de las Farc y su trashumancia violenta por los corredores de la coca y la minería ilegal en otras zonas del país.
La ola terrorista no solo golpea a Nariño y Cauca, sino que se ha extendido por Norte de Santander (Catatumbo), Antioquia, Arauca, Meta y Caquetá, regiones donde se había logrado la recuperación territorial y fortalecido la presencia de la Fuerza Pública.
Cada que se baje la guardia será un punto a favor del terrorismo de las Farc y sus aliados. La decisión estratégica que dijo haber tomado el Gobierno al cambiar recientemente la cúpula militar no garantiza el éxito del ministro Pinzón, cuya capacidad no está en duda. Lo que está haciendo falta es recuperar la operatividad de las Fuerzas Armadas como una sola unidad, pero garantizándoles una seguridad jurídica que los blinde contra el terrorismo y la injusticia.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6