Antioquia y Colombia apostaron a Pescadero-Ituango, la más grande hidroeléctrica del país, con tamaño cercano al 20% de la capacidad nacional actual instalada. Los costos e impactos económicos, ambientales y sociales son aparentemente moderados para esa obra, que reemplazaría la FLA, Fábrica de Licores de Antioquia, como fuente tradicional de ingresos departamentales, por la generación hidroeléctrica para la educación y la salud de los antioqueños del futuro.
Aunque Pescadero-Ituango es una de las siete centrales eléctricas que ganaron las subastas recientes de energía, convocadas para garantizar que el país no tendrá escasez eléctrica hacia adelante, sólo se comprometió una cuarta parte de la energía que esta central generaría, pues la gobernación anunció que el resto se destinaría para proyectos ambiciosos como la producción de aluminio en Urabá.
Además, se tuvo en consideración que su entrada masiva al sistema nacional hubiera afectado los precios por cargos de confiabilidad al punto de hacer inviables otros proyectos en otras regiones del país. La coyuntura mundial recomienda prudencia pero igualmente hay que mantener la perspectiva del largo plazo.
Tenemos la oportunidad de construir otro gran "Pescadero-Ituango" con menores costos y grandes beneficios. Los habitantes e industrias de Medellín y Bogotá podríamos participar en un proyecto igualmente ambicioso de ahorro y uso eficiente de energía que reduzca del 10% al 20% del consumo eléctrico, lo cual resultaría en la disminución de la necesidad de potencia instalada en una cantidad equivalente a la generación de Pescadero-Ituango.
El Ministerio de Minas y Energía promulgó hace un tiempo una tímida medida de reemplazo de las bombillas incandescentes por fluorescentes para las entidades del Estado, insuficiente frente al potencial de disminución de consumo eléctrico en cada hogar, fábrica, institución, entidad. Además, los precios de las bombillas fluorescentes en los almacenes del país son escandalosos en comparación con los de Estados Unidos.
En el Parque Tecnológico de Antioquia ya reemplazamos todas las bombillas incandescentes por fluorescentes a la tercera parte del precio de los supermercados y continuamos estudiando el tema; Si acometemos decididamente la tarea, lograremos bajar las cuentas de la luz, incidir en los precios promedio de la energía al disminuir la presión sobre la oferta actual, minimizaremos generación térmica y disminuiremos recalentamiento climático. En California, Europa y Brasil existen grandes experiencias que así lo demuestran.
La energía ahorrada estaría disponible de manera inmediata para la red nacional o para Centroamérica o la zona andina. Se requieren tecnologías adecuadas, voluntad política y estrategias eficaces. Las auditorías energéticas y nuevas empresas de ahorro de energía permitirían establecer y lograr metas, generando además empleo calificado y estratégico en un momento oportuno para la economía nacional. Las industrias y hogares que incorporen el ahorro y uso energético eficiente lograrían una factura de cada kilovatio-hora a precios que reflejen el costo real de generación eléctrica mientras que los derrochadores de energía pagarían su consumo excesivo a precios progresivamente más altos. Si ampliamos los seis estratos socioeconómicos existentes a 10 estratos, para reflejar mejor las grandes diferencias de ingresos de los consumidores colombianos e instalamos a los más pobres todas las medidas, podríamos disminuir progresivamente la sobretasa industrial del 20% de la tarifa y se disminuirían los montos subsidiados.
Todos ganamos viviendo y produciendo mejor con menos energía en una época de crisis e incertidumbre global que requiere nuestras mejores estrategias de competitividad y sostenibilidad para garantizar empleo, consumo y exportaciones. Adicionalmente, Centroamérica nos lo agradecería.
Pico y Placa Medellín
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