Que Dios nos coja confesados si se hacen efectivos los llamados a paralizar, aún más, el país, precisamente en momentos en que los datos globales de la economía no son alentadores y Colombia sigue metida en una espiral de violencia y terrorismo que atenta contra todos los indicadores de crecimiento e inversión social.
Con un tufillo de oportunismo irresponsable y desafiante, con intereses políticos, ahora es Fecode la que llama a la protesta, un sector de los camioneros hace lo propio y un numeroso grupo de indígenas del Cauca se suma a la parálisis de los corteros de caña para bloquear la vía Panamericana, fundamental en el comercio y transporte en el sur del país.
Como si no hubiera sido suficiente el daño que le ha causado al país el paro de la justicia en 40 días y el costo que ha tenido que afrontar el Gobierno en materia presupuestal y político con la declaratoria de la Conmoción Interior, ahora otros sectores tratan de pescar en río revuelto y buscan poner a Colombia en el peor de los mundos. No es hora de chantajes, sino de sensateces.
No está en discusión el derecho a la protesta ni mucho menos a la reivindicación que tienen los trabajadores a un salario digno, pero el palo no está pa'cucharas, pues no es responsable con el país negociar a cualquier precio. Eso ha sido lo que nos ha llevado a esta situación tan insostenible, pues en anteriores gobiernos se ofreció el oro y el moro, con tal de salir del paso a problemas estructurales, tal como ocurrió con el sector judicial en la llamada Ley 4a de 1992, cuando la Constitución del 91 creó un sistema complejo y costoso de administración de justicia sin diseñar los instrumentos de financiación para hacerlo justo y equitativo.
Sucede ahora con los indígenas del Cauca, que denuncian incumplimientos del Gobierno en materia de propiedad de tierras y deciden bloquear la Panamericana como mecanismo de presión, pero desconociendo que el tema es casi que ancestral y obedece a múltiples factores, entre otros, la expropiación que por vía armada han hecho guerrilla y paramilitares, no solo en los resguardos, sino en las tierras de los afrodescendientes.
Los llamados que se han hecho desde distintos sectores a que la justicia pueda garantizar que seamos un Estado Social de Derecho, tal como lo reclaman quienes hoy insisten en el paro, deben llegar también a los camioneros, a los maestros, a los empresarios de la caña y a todos los que quieren aprovechar el "desorden" social al que nos vemos abocados si seguimos negociando por quedar bien y aparentar lo que no somos.
Las puertas del diálogo son las que permiten superar las dificultades y el Gobierno nunca las ha cerrado. El país ha mejorado muchos indicadores sociales; es más seguro, y el propio Presidente ha reconocido que falta mucho. Lo que no podemos hacer ahora es borrar con los codos lo que se ha hecho con las manos y cambiar el eslogan de trabajar, trabajar y trabajar por el de parar, parar y parar.
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