Negret decía, por ahí a los amigos, que necesitaba cien años para decir lo que quería decir. Le faltaron unos cuantos para la centena, pero quizá no tanto para todo lo que dijo o dejó ver.
“¿Silencioso? Pues ahora en los últimos años que estaba con alzhéimer. Yo llevé a los grandes conversadores de este país y se pasaban tres y cuatro horas sin hablar, solamente oyendo a Negret”, recuerda su amigo Samuel Vásquez.
Édgar Negret no era alto, pero había que verlo empezar a hablar para que pareciera más alto y más joven que todos los demás. La palabra lo iluminaba y él podía conversar de arte precolombino, de arte moderno, de cine. Podía, en medio de la conversación, lanzar una frase como la que le dijo a Jairo Dueñas cuando lo entrevistó por sus 70 años: “No me gusta entrar en la etapa en que uno ya no tiene un año más, sino un año menos”. Luego volvía a conversar de lo anterior. De poesía, por ejemplo. Su poeta era Rilke y él, además, ya era un poeta. “Es el más escultor de los poetas”, señala Samuel.
Negret nació el 11 de octubre de 1920, y como si la perfección la hubiera tenido a la mano para morir, murió el 11 de octubre de 2012, a pocos minutos de que se acabara el día.
Era un hombre perfeccionista, riguroso y eso se delata en su obra. “El tornillo tenía que quedar donde era el tornillo y la tuerca donde iba la tuerca”, comenta el crítico de arte Eduardo Serrano.
Era tan exacto que logró un lenguaje que hacía conexión con su nombre: esa obra, que no tiene título si no nombre (el sol es un sol, la luna una luna, la máquina una máquina), es un Negret. Inconfundible.
“Fue el artista -añade Eduardo- que logró el viejo sueño de los constructivistas de que la escultura se viera por dentro y por fuera simultáneamente”.
Entonces descubrió el aluminio y dejó atrás los materiales como la madera y la piedra. Hizo una estructura que hablaba de su tiempo. De la modernidad. Negret fue uno de los artistas, señala Samuel, que fundó la escultura moderna en el país y, aún más, en Latinoamérica.
El escultor Eduardo Ramírez Villamizar , que podría ser su competidor estético, lo expresó en una entrevista a El Tiempo, en 2002: “Es el artista más original y más importante que ha existido en toda la historia del arte en Colombia”.
El maestro dejó tres lecciones: la elegancia, la poesía y la amistad. Lo del arte no tiene tiempo. Supera, en muchos años, los cien.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6