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"EMPELICULADOS"

  • "EMPELICULADOS"
19 de septiembre de 2014
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Aún no existe definición en el diccionario pero podría ser: Dícese de aquellas personas que viven en una obra cinematográfica, en un escenario ficticio que parece real. Es un estado físico y sobre todo mental. Le puede pasar a usted o a mí.

Semanas atrás me bajé del taxi antes de tiempo. Era una de esas tardes en Medellín de cielo azul en las que uno agradece estar aquí y quiere caminar, mirar la gente.

Al girar por una de las calles cercanas al Centro Empresarial San Fernando Plaza, me encontré con un amiga de cara triste porque horas atrás, “el jefe no celebró ni estuvo muy entusiasmado” cuando ella presentó el proyecto en el que trabaja desde hace meses.

“Seguramente no le gustó”, dijo. No mencionó posibilidades alternas.

Un par de horas después, un editor de revista dudó mucho antes de contestar el teléfono a una mujer que lo puso nervioso: ¿Será que me va a pedir un favor? Al final, solo llamó a saludar, él se rió bastante con ella y la invitó a un café.

Quienes creen que la comunicación humana es un milagro no se equivocan. A veces se sacan conclusiones sin confrontar las personas. Se asume con facilidad, se generan teorías extrañas. O parafraseando al personaje Morales en la película “El secreto de tus ojos”: “Ya no se sabe si es un recuerdo, o el recuerdo de un recuerdo lo que va quedando”.

Usamos prejuicios o experiencias pasadas para entender el presente. Nos “empeliculamos” irrefrenablemente sobre algo o alguien y hay malentendidos. Hace unos años, Michael Shermer, autor del libro “Por qué la gente cree cosas extrañas”, afirmó que la gente recuerda los aciertos y olvida los errores. Pasamos por alto las veces que interpretamos mal una situación y dejamos de aprender.

Este tema ha trascendido a ámbitos como la política y la historia donde los malentendidos han causado enfrentamientos. Un ejemplo es la Guerra Fría que comenzó en 1947 entre la entonces llamada Unión Soviética y Estados Unidos y en la que ambos estuvieron cerca de un conflicto bélico. Cada uno malinterpretó y le atribuyó con exageración un carácter expansionista y agresivo a su rival.

Esto fue alentado por el telegrama del embajador Kennan, el discurso de Churchill y la tendencia del presidente estadounidense Harry Truman a ver la vida en blanco y negro.

Byron Katie es una mujer que ha recorrido medio mundo hablando sobre su trabajo, llamado “The Work”. Ha visitado países en guerra porque cree en la necesidad de cuestionar los pensamientos. Después de diez años en depresión, entendió que la causa de su tristeza profunda no era el mundo afuera sino lo que creía acerca de su ambiente.

Al juzgar a otros, ella invita a cuestionarse, por ejemplo, si se tiene certeza que algo pasó: ¿Puedo saber que es verdad con absoluta verdad? “Mientras pienses siempre que la causa de tu problema está afuera no hay forma de cambiar la situación”, dice.

Y sus palabras se le agradecen en esta sociedad donde muchos adultos temen, tememos a veces preguntar, ir más allá y aclarar nuestras dudas de forma clara y simple y salir así del “empelicule” constante en que vivimos.

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