Aunque Matías René Rojas dice, en broma, que ni su esposa entiende lo que él hace en materia de emprendimiento social, la verdad es que basta oír la historia de sus logros y fracasos para tener una radiografía de su oficio. De su corazón brota la pasión que le permite sobrevivir a los tropiezos y gozarse las mieles del éxito; y de su razón, la certeza de que en América Latina -un continente con más de 50 años de guerras civiles y dictaduras- "tenemos oportunidades ridículamente inmensas para mejorar el mundo, especialmente el de las personas más vulnerables".
El chileno es ingeniero de transportes, una profesión que nunca ha ejercido. Su búsqueda de nuevas tecnologías, productos, servicios y negocios transformadores comenzó en Techo, un centro de innovación fundado en Chile en 2007 y que en 2012 se transformó en Socialab.
El primer proyecto en el que participó fue el diseño de muebles para viviendas populares, de 35 a 40 metros cuadrados, habitadas por 5 o 7 personas. Techo invitó a diseñadores, escogió las mejores iniciativas y fabricó un mobiliario, en madera, adaptado a los limitados espacios. Eran muy bonitos, según lo mostró Rojas en Comfama, sede Ciudad del Río, pero cuando se los presentaron a las familias "nos mandaron lejos, porque no les gustaba la madera, el estilo, el costo y otros problemas que les veían".
¡Duro…, pero al final fue más lo que aprendieron que lo que perdieron. Matías y su grupo entendieron la necesidad de cocrear, porque, como él mismo anota, "las soluciones no funcionan si no hay conexión con las personas".
Un segundo desacierto lo tuvieron con el diseño de una ducha, que debía ser utilizada por familias de un asentamiento pobre de Santiago de Chile, que no tenía redes de acueducto y alcantarillado. Aunque parezca inverosímil, se soñaron una regadera o ducha a partir de una bomba de fumigación. Inicialmente fue todo un suceso y lograron elaborar 30. Al llegar a ese número comprendieron que no eran fabricantes de duchas y que no tenían el músculo financiero para hacer una producción en serie. El experimento salió caro, pero ese fue el precio que pagaron para saber que sin dinero no hay emprendimientos sostenibles. Rojas advierte que si uno no es capaz de ejecutar lo que soñó, todo queda reducido a un diseño o a una foto.
Armonizar con los ingresos
Sin embargo, la tercera fue la vencida. La senda de la buena suerte la hallaron cuando pensaron en la forma de conectar mejor a un sector popular con el mundo, mediante un servicio de internet más barato que el del cibercafé.
La gente ya tenía su cuenta de Facebook, pero pagaba onerosas tarifas. Había capacidad de pago, pero faltaba armonizarla con el flujo de ingresos de los estratos más bajos. A las firmas de telecomunicaciones les interesaba el proyecto, porque en sus informes podían sacar pecho con el "balance social", a la vez que obtenían nuevos ingresos al atender la demanda de personas que están en la base de la pirámide social.
Para hallar el mejor sistema de conectividad se realizó un concurso. Les llegaron 45 propuestas y la ganadora fue de alguien que tenía la misma necesidad insatisfecha, pues vivía en una zona roja, a la que no llegaban las empresas de telecomunicaciones porque les robaban sus redes de cobre. La solución más certera fue colocar una antena -como la tradicional para ver televisión, aunque más grande- y replicar mediante wifi la señal, hasta cubrir a 200 familias con internet a bajo costo. El proyecto ya es una realidad.
Como es apenas natural, quien acierta quiere seguirlo haciendo. Solo que, dice Matías Rojas, surgió el gran reto de multiplicar de manera exponencial el número de beneficiarios de las apuestas innovadoras.
La respuesta fue la creación de Socialab -con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Movistar y Techo- que consiste en una plataforma "que apoya emprendimientos, tecnologías y negocios disruptivos" que puedan lograr cambios positivos y sustanciales en la calidad de vida de millones de personas. A la invitación de trabajar en emprendimientos para la superación de la pobreza han respondido 285.046 creativos, que han aportado un total de 15.812 ideas.
También hay premios y, sobre todo, miles de personas con ganas de innovar. Rojas recuerda que el último concurso se hizo con la Unicef, para hallar maneras de salvar más vidas luego de una catástrofe.
Entre las iniciativas apoyadas por Socialab está Top Smart, que lleva sello colombiano. Sus promotores elaboran una toalla higiénica que a través del flujo vaginal permite la detección del embarazo y de más de 14 enfermedades. Estos innovadores buscan 250.000 dólares para seguir investigando y detectar la malaria con este producto.
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