La historia del arte (en realidad la Historia con mayúscula, pero centrémonos en la del arte) está llena de nombres que hicieron algo por primera vez: personas cuya carrera posterior no siempre fue importante, pero que al ser los primeros que aplicaron una técnica o llevaron a cabo una idea, se convirtieron en nombres obligatorios al establecer la línea de tiempo de la música o de la pintura: el primero en hacer un concierto con objetos, el primero en decir que un orinal podía estar en la colección de un museo y no únicamente en el baño.
Alfonso Cuarón, cuyo trabajo ha sido siempre ambicioso (de él es, en mi opinión, la película más interesante y mejor hecha de la serie de Harry Potter) ha logrado lo que nadie había hecho hasta ahora, ni Stanley Kubrick ni James Cameron: hacer que en realidad pensemos que estamos en el espacio acompañando a Matt Kowalski y a Ryan Stone en el difícil recorrido para intentar volver a la Tierra, luego de que una reacción en cadena dañe la estación espacial en la que se encontraban trabajando.
El mexicano quiere que creamos que esta es la realidad y lo logra con una perfección técnica que asombra. Por eso nos quita el aliento más de una vez con el plano-secuencia de 13 minutos con que inicia la película, con esa cámara que jamás está quieta pero que flota con la elegancia y la belleza de una coreografía de ballet, acercándose a los bellos rostros de los protagonistas y alejándose de ellos hasta mostrarnos la hermosura abrumadora de nuestro propio planeta visto desde arriba; nos hace olvidar que Gravedad no se rodó en una locación real (un pobre periodista de "las noticias del espectáculo" le preguntó en una rueda de prensa que cómo había sido filmar en el espacio), haciendo que su diseñador de producción, Andy Nicholson, reproduzca con detallismo enfermizo el interior de las naves espaciales que veremos a lo largo de la cinta; nos pone en el lugar de Stone (que como personaje hace honor a la fortaleza de su apellido) gracias a la fotografía admirable de Emmanuel Lubezki, cambiando continuamente, de una vista externa a una cámara subjetiva, sin que apenas nos demos cuenta de la transición.
Gracias a todas estas cualidades, llegamos a sentir que somos los únicos compañeros de la protagonista (una impecable Sandra Bullock ), en la vasta soledad del universo.
Gravedad nos presenta uno de los esquemas narrativos básicos: el del viaje del héroe, pero empacado en una forma nueva, original. Que la historia sea simple no es aquí un defecto, porque es el contexto extraordinario el que la hace trascender. Con algunas alusiones a que sobreponerse a la desgracia de alguna manera implica volver a nacer (miren la posición corporal de Stone, como si estuviera en un vientre) y con un pulso narrativo que jamás se relaja, Gravity es una de las experiencias sensoriales más poderosas que ha producido el cine en los últimos años y la entrada innegable de Alfonso Cuarón a la historia del séptimo arte.
Pico y Placa Medellín
viernes
no
no