Los narcotraficantes, alentados por el poder que dan el dinero y la corrupción que este alimenta, han querido someter el Estado de Derecho que guía las democracias en muchas partes del mundo.
Colombia lo vivió en épocas recientes con los llamados carteles de la droga; México atraviesa una situación parecida, y Brasil en estos momentos vive una lucha frontal contra los narcos que se apostaron en sitios estratégicos de las favelas, en especial, en Río de Janeiro.
Las imágenes que llegan del enfrentamiento en las calles entre las Fuerzas Armadas brasileñas y los sicarios al servicio del narcotráfico en Brasil son dramáticas.
Barrios bajo el fuego cruzado, vehículos quemados por la delincuencia. Y el Ejército y la Policía, en uso legítimo de la fuerza, evitando que el Estado sea sometido a la anarquía del delito.
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