Desde que a Gustavo Álvarez le diagnosticaron discapacidad por un trastorno psiquiátrico, hace seis años, perdió todas las esperanzas de vivir.
Lo único que lo motiva y lo mantiene con aliento es el amor que siente por la pintura al óleo sobre lienzo.
Este artista, que empezó como muralista, nunca tuvo el apoyo de sus padres, quienes sostenían que su pasión era "un estilo de vida para vagos y de otro estrato".
Este filósofo, especialista en Publicidad del Instituto de Artes, también ha sido docente de portugués de la Universidad de Antioquia y Eafit.
Nació en una casa del centro, en Perú con Córdova, hace 56 años, de los cuales lleva 48 con su padecimiento.
Recuerda que desde muy niño solía visitar psiquiatras para controlar los nervios que le generaban ciertas situaciones, como el miedo que le infundía su abuela por las mariposas negras.
"El cuento de la mariposa se remonta a mi niñez, cuando se posaban en los techos de las casas y mi abuela me ponía de escudo. Tiempo después me contrataron para hacer una traducción en Cartagena y justo en mi asiento del avión había una negra. La azafata me dijo: '¡Esa mariposa vino a morir aquí!' Y yo casi me tiro del Fokker", cuenta Gustavo, con la voz un poco tensa.
Esa obsesión por el arte se combinó con el amor que le despertó la periodista Ana Patricia Barrientos González, con quien pasó su mejor época.
Pero los días felices se acabaron en octubre de 2005, cuando murió Ana Patricia, la mujer de su vida. Gustavo acepta que esto fue el detonante que lo llevó a "ver gusanos en las obras más bellas", sensación que desde entonces no lo abandona.
Fuente de inspiración
Hoy, las mariposas son las musas de su inspiración. Señala que en Oriente son consideradas sinónimo de reencarnación de espíritus y símbolo de alegría, mientras que en Occidente, seres de mal augurio.
Desde hace seis años comenzó a representarlas a través de la pintura como arte-terapia. Entre desnudos, paisajes y aves ha pintado tantas obras de mariposas que ya perdió la cuenta.
Su trabajo se inspira en Vincent Van Gogh, a partir de su técnica con los colores comunes. Frente a la temática, además de las mariposas, trabaja los pavos reales, que permiten transmitir la simbología a través de la ficción.
Trabaja los mandalas y estudia por hobby las cartas del tarot, siguiendo el camino de la trocha espiritual que indicó el médico psiquiatra y psicólogo suizo Gustav Jung. "Esta enfermedad permite andar a través de un camino espiritual; si no, no tendría ningún sentido estar aquí encerrado", expresa Gustavo.
La terraza donde diseñó su estudio, frente a la quebrada La Ayurá, de Envigado, la convirtió en una "casa de clausura de artista", las 24 horas del día, con el fin de enamorarse de sus obras y dedicarse a ellas por completo.
Además de pintar en pijama desde las 2:00 de la mañana hasta las 7:00 de la noche, practica meditación trascendental maharishi dos veces al día y angelología los lunes, como terapia, para salir de la casa.
Gustavo dice que no ha salido de su casa desde 2005, excepto algunos domingos, cuando la conciencia se apodera de él y se lo lleva para misa.
Aunque sufre recaídas y tiempos difíciles, señala que el arte le tranquiliza el alma. "El desasosiego, la angustia y la depresión, propios del trastorno, se calman y desaparecen con la pintura. Si no fuera por esta, yo estaría loco en un centro siquiátrico", remata.
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