Oír a Roald Hoffmann es uno de esos gustos que uno no se puede perder: es premio Nobel de Química, escribe poesía y teatro, conoce de arte colombiano, habla con la magia de un genio y está de visita en Medellín.
Si ve a este polaco en la calle no dude en pedirle -en español pausado- una foto o un consejo. Él está tan encantado con la ciudad y con el interés de la gente en su visita que seguramente aceptará con gusto.
En la Universidad de Antioquia los investigadores de la SIU y los estudiantes tuvieron ayer en la mañana el privilegio de sus conferencias.
En una de sus charlas recomendó que en el momento de elegir profesión es bueno "no oír a los padres; no hacer necesariamente lo que uno hace mejor; y tener siempre experiencias de investigación que permitan un acercamiento a la realidad".
La "luz en la cara de los jóvenes" que lo escuchan tiene sorprendido al Nobel quien se gana al público, entre otras cosas, por su espíritu de artista.
Además de varias poesías es autor tres obras de teatro, una de ellas Oxígeno, escrita en compañía de su colega e inventor de la píldora anticonceptiva, Carl Djerassi.
La obra fue presentada ayer en la Universidad de Medellín donde, además, Hoffmann dictó la charla Más acerca de Madame Lavoisier que de Monsieur Lavoisier.
La charla y la obra tienen en común que destacan el papel de la mujer en la ciencia y son una muestra de sus ganas por acercar la ciencia al público general.
Su interés en hablar de la ciencia en lenguaje sencillo es porque considera que en una sociedad democrática para tomar decisiones se debe estar informado.
Por qué la visita
Porque es un ser un humano integral. Es esa una de las razones que da Nora Restrepo Sánchez, directora del Instituto de Química de la U. de A., para la visita de Hoffmann.
La intención es que los estudiantes conozcan y escuchen a quien ella considera es uno de los químicos vivos más importantes de la historia.
Su aporte más reconocido a la ciencia, y por el cuál mereció el premio, fue explicar porque algunas reacciones químicas ocurren más rápido que otras.
Por sus hallazgos y su personalidad, hace un año y medio los del Instituto lo invitaron a Medellín. Él acepto sin cobrar un peso pero con una condición: conocer Cartagena.
En alguna exposición el Nobel se encantó con la obra de Enrique Grau y ahora quiere percibir de cerca la creación del artista.
Su afinidad con el arte colombiano es de vieja data. 20 años de después de comprar su primer cuadro se enteró de que la adquisición que lo había impactado era autoría de Ómar Rayo.
Por sus manos ha pasado la obra de Gabriel García Márquez y el libro que lo acompaña en este viaje es una traducción al inglés de La Isla de la Pasión de Laura de Restrepo a quien conoce personalmente.
Con la química y el arte en la cabeza, Hoffmann recomendó no dejar este mundo sin leer La llama doble de Octavio Paz.
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