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Kevin ataja bolas al estilo de Pezzuti

11 de diciembre de 2009
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En el barrio La Paralela, a Kevin Saldarriaga los amiguitos ya le dicen Pezzuti. Y él, orgulloso de que lo llamen con el apellido del arquero de Nacional, su equipo del alma, se esfuerza más para volar y atajar balones de gol.

Así tenga sólo la mano derecha y le falten las dos piernas, debajo de la portería el niño se porta como todo un varón. Y todo un ídolo.

Ayer no más, en la cancha del barrio, Kevin se jugó un partido especial. Era el segundo día de portar sus nuevas prótesis y había motivo suficiente para celebrar.

Él lo hizo a su modo con lo que más le gusta, que es jugar de arquero y con sus amigos y amigas del barrio. Al lado de la cancha, en las graderías, estaban su mamá, Alba Vélez, su abuela Amparo y otros familiares y vecinos. El niño estaba feliz, pues todos acudieron a verlo. Y él, con su carisma y liderazgo, se jugó un partidazo, atajó de todo.

"A él le hacemos goles por alto, pero rastreros es difícil, le estamos enseñando a saltar pa'que ataje más por arriba", comenta Angie Londoño, otra niña de nueve años, como él, muy gomosa del fútbol y una de las que más lo apoya.

En la puerta, debajo de los palos, él da instrucciones:

"Usté, Morocho, se va por la derecha, y ustedes dos, Negro y Edwin, en el medio, así ganamos", les dice a sus compañeros de equipo.

Con esfuerzos
Pero no le fue fácil llegar a la puerta caminando, como no le ha sido fácil la vida desde el cinco de enero, cuando al caer del tren turístico de Navidad, este le cercenó las dos piernas desde las rodillas y también su mano izquierda.

En contraste con tantas dificultades, Kevin es todo voluntad. No desiste en su empeño de ser algún día futbolista, "para poderle dar una casa a mi abuela y una nevera grande, que le sobre de todo", dice el niño.

Nadie tiene derecho a cortarle ese sueño. Es así como él vuela, no sólo de palo a palo en la portería, sino también en su mente, por la que uno ni se imagina las cosas que cruzan al ser cada vez más mayor, más consciente de la tragedia que sufrió.

Ya sabe, por lo menos, que hay que luchar todo y que nada llega fácil. El dos de septiembre pasado, por ejemplo, Mahavir K-mina (la fundación que fabrica y dona prótesis a amputados) le puso unas. Pero Kevin estaba pesado, engordó bastante por estar tanto tiempo en silla de ruedas, y no se le adaptaron a su cuerpo. Entonces hubo un proceso nuevo, que incluyó cinco sesiones de terapia que le implicaban ir a La Estrella, a la sede de Mahavir, y esforzarse. ¡Sufrir!

Y sufrió con paciencia. El jueves le pusieron las nuevas prótesis y pudo caminar con ellas. Está emocionado, camina solo y espera aprender a jugar de arquero con ellas puestas. "Acá todo es alegría, lloramos, hubo bombas", dice efusiva la abuela, ya muy cansada de las terapias, para las cuales nunca había ni pasajes y sólo Jesús Aníbal Echeverri, un concejal, los transportaba.

"Bueno, ya pasó y ahora vamos a luchar por una prótesis para la mano", repite su madre. Esta será más complicada de conseguir, pues la mano se le arrancó desde la raíz. Kevin las mira, observa a su tío Libardo Sanmartín, que es otro apoyo, y ríe, "quiero unos tenis Converse pa'ponelos en las prótesis", apunta.

Vuelven las risas, la suya y las de los demás. Hay alegría en La Paralela. Kevin está volando. Y para ello no necesita pies ni mano izquierda. Tiene el corazón grande, mucho más grande que su cuerpo, un cuerpo al que le faltan tantas cosas...

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