La champeta, un ritmo que nació hace casi treinta años en las barriadas de la ciudad de Cartagena, reivindica este martes sus raíces africanas, caribeñas y criollas y se lanza a la reconquista de Colombia con su regreso a las radiofórmulas y la champetización de otros géneros.
Después de años apartada del circuito musical, la champeta se ha vuelto a poner de moda como fuente de inspiración para la serie televisiva Bazurto y para un subgénero que han encumbrado el joven Kevin Flórez, con su tema La invité a bailar y el veterano Mr. Black, con El Serrucho.
La fiebre es tal que Mr. Black, que se hace llamar "el presidente del género", fue invitado hace dos semanas por el otro presidente, Juan Manuel Santos, para animar el lanzamiento de su campaña de reelección en Barranquilla, un hecho sin precedentes que atribuyen a una supuesta transformación de la champeta.
Y es que estos dos intérpretes cartageneros hacen champeta urbana, un término que según ellos supone la fusión con ritmos más cercanos al reguetón que al highlife de Ghana, el compás haitiano y los cantos de lumbalú de San Basilio de Palenque, el primer pueblo liberto de América ubicado en Cartagena.
Esta es la música que dió origen a la champeta o terapia criolla, la que reivindican pioneros como Charles King que desde los años ochenta trabajaron en un laboratorio de ritmos para llegar a lo más alto en la década del 2000 con temas como El chocho, que jugaba con las palabras de origen africano y le cantaba al agujero de una falda.
"Yo considero la champeta como la revolución de la música afrocolombiana del Caribe colombiano", afirmó el artista.
La historia de la champeta se remonta a los años setenta cuando al estratégico puerto de Cartagena comenzaban a llegar casetes de música africana y caribeña que bailaban con sensuales movimientos y a altos decibelios en discotecas ambulantes.
"Champetúo" era el nombre discriminatorio con el que las clases altas y medias de Cartagena se referían desde principios de siglo pasado a los afrodescendientes herederos de los esclavos de los siglos XVI y XVII que vivían en las barriadas populares, en alusión al cuchillo que portaban y al que se referían con la palabra bantú "champeta".
"La diferencia entre lo que llaman champeta urbana y la champeta criolla es la guitarra. Pero para mí la nueva generación de intérpretes de esta música la ha desmejorada, no con la calidad de la que se hacía en un tiempo cuando captaba la atención de diferentes generaciones", consideró Charles King.
Aparte de las connotaciones sexuales que representan algunas letras y bailes, la champeta es sobre todo un género que representa la identidad de un pueblo y que según King ha sido estigmatizada por la elite cartagenera, que a su juicio pretende someter a las comunidades a una esclavitud cultural.
"Yo creo que en Cartagena serían felices si nosotros en vez de hacer champeta de nuestra identidad como afroamericanos hiciéramos flamenco", afirmó, al criticar que algunos sectores aspiran todavía a parecerse a los colonos españoles derrotados hace dos siglos.
Varios decretos de alcaldías pasadas han prohibido temporalmente la celebración de los multitudinarios "picós champetúos" en barrios de Cartagena al relacionarlos con episodios de violencia, un fenómeno posiblemente relacionado pero no del todo vinculado a la proliferación de bandas criminales en algunos asentamientos.
Lo cierto es que los picós siguen sonando con la esencia de este ritmo y Charles King visita de vez en cuando alguno acogido como una eminencia, mientras planea proyectos para champetizar la música de otros artistas colombianos como Cabas y participar en festivales internacionales como el Estéreo Picnic, que el próximo fin de semana le hará coincidir en Bogotá con lo más granado del indie.