Cuando Michel Onfray tenía 13 años y pasaba por una venta de libros de segunda en su natal Argentan, un pueblo en Francia, todos las materias, desde el sicoanálisis, hasta la literatura y la filosofía, le atraían. Lejos de ser una infancia idílica, Onfray había sido abandonado por su madre en un orfanato donde las lecturas eran su refugio.
Desde entonces proclama su pasión por la filosofía, que "sirve esencialmente para darle sentido a la vida". Está lejos de la imagen de una cátedra aburrida y está más del lado de un "arte de vivir".
Este pensador, que hacia los 17 años "descubrió que existe un archipiélago de rebeldes e irreductibles" —como explica en su Política del Rebelde—, cree en la necesidad de un pensamiento crítico y promulga la libertad.
Resignifica el concepto de hedonismo, más allá de los referentes derivados de la tradición cristiana y lo comparte a través de múltiples libros, entre ellos, La fuerza de existir, su Manifiesto Hedonista (Ed. Anagrama), que es una declaración apasionada de lo que piensa. Un buen punto de partida para entender por qué este es uno de los intelectuales y pensadores más reputados de su país.
Está en Medellín dentro de la semana Mayo por la Vida y para celebrar los 20 años del Teatro Ateneo Porfirio Barba Jacob.
Hablemos de los filósofos que se dominaban a sí mismos, ¿donde nos perdimos de la filosofía o se desvirtuó?
"Sí, tiene razón. Podemos datar este momento con precisión. Los que llamamos los padres de la iglesia patrística hicieron esto posible. Hasta antes de ellos, es decir en el siglo II y III d.C, la filosofía era el arte de llevar una vida filosófica, pero con los padres de la iglesia es el arte de llevar una vida conforme a las enseñanzas del cristianismo, es decir de vivir como Jesús, una vida única pero acorde con la Iglesia, que no es exactamente la misma cosa. La filosofía se vuelve una sirviente de la teología".
¿La filosofía ayuda a encontrar el sentido de la vida?
"Para mí la filosofía sirve esencialmente a esto. Muchas veces se entiende como aquello que dicen los filósofos en sus cátedras. Pero esto no tiene nada que ver con la vida filosófica, entendida como el arte de vivir y un arte de darle sentido a la vida en lo cotidiano".
¿Cómo resignificar el hedonismo, una palabra bella?
"Si bien la palabra es bella, hay que resignificarla muy bien porque está cargada de contenido sociológico y sicológico. Y remite al placer personal de cada cual. Como hay gente que está frustrada o con dificultades en la vida, pueden entenderla como una agresión.
Tenemos la impresión de que el placer no necesita educación, formación o disciplina que es solo obedecer a la naturaleza. Pero el hedonismo es una construcción, una fabricación, una exigencia, no es simple para nada. Hay que concentrarse en él, manejar las pasiones, entenderse a sí mismo desde el hecho de saber gozar la vida y no abandonarse a la pasión desenfrendada".
Podría decirse que es como una estética...
"Para mí es una estética. La moral requiere fundamentos y durante mucho tiempo, el cimiento de esa moral fue la religión. Luego, en el devenir de la historia de la humanidad, la gente se dio cuenta que los cimientos de esa moral no tenían que ser forzosamente de la religión, entonces ya se pensó en la ciencia, a partir de la aparición de Descartes.
Desde Descartes hasta Marx puede ser ese período en que se cree que es la ciencia la que puede suministrar y aportar las bases de esta moral. En el siglo XIX personajes como Marcel Duchamp posibilitan que la estética, por ejemplo, siente las bases de una moral. Si todo puede convertirse en obra de arte, la vida misma puede ser una obra de arte".
¿Hay el riesgo de que la razón se convierta en un culto?
"Sí, es un riesgo, pero la razón es un instrumento y una herramienta, entonces podemos hacer las mejores y las peores cosas. No hay que tener fe en la razón, sino confiar razonablemente en ella".
¿De donde viene la idea del placer culpable?
"Estamos moldeados y fabricados por más de mil años de cristianismo, que pesan muy fuerte en nuestras conciencias. Incluso si no somos creyentes o católicos devotos, se asocia normalmente el placer a la culpabilidad.
Por ejemplo, con la imagen de Jesucristo, se le dice a los hombres que deben imitar a Cristo, ese que parece un ángel, que no come, no sonríe, que aparentemente no tiene sentimientos. Y luego está la figura de la cruz, un hombre que está ya sacrificado. Entonces tenemos esos dos modelos. Imite o siga al ángel o a ese mártir que está en la cruz.
El modelo a imitar para las mujeres es el de la Virgen María, una mujer que concibió por obra y gracias del Espíritu Santo sin tener relaciones sexuales. Esto incita a las mujeres a que sean puras, sean vírgenes, pero que al mismo tiempo tengan hijos. Entonces el placer está asociado a la culpabilidad, porque cómo no tener hijos sin tener relaciones sexuales".
En América Latina estos arquetipos están más presentes, ¿cómo lo observa?
"No conozco mucho América Latina, pero lo que yo puedo ver es que nosotros en Europa tuvimos la Revolución Francesa, el Siglo de las Luces, los filósofos laicistas y los que hicieron posible el ateísmo, todo el socialismo francés del siglo XIX, cuando en América del Sur no tenían el acceso a ellos y el cristianismo se impregnó mucho más que en Occidente".
¿Cómo formar el criterio en un mundo tan cambiante?
"Fundé una universidad popular en Caen para esto, para deconstruir las ideologías así como los mitos. La civilización se construye sobre mitos e ideologías, las religiones lo son. Hay que desmontarlos pieza a pieza. No es una institución quien va a hacer este trabajo y podemos solo hacerlo en las universidades populares o en los encuentros con el público como sucede en estos días"
¿Cómo ser crítico sin ser cínico?
"Escribí un libro sobre los cínicos que se llama Cinismos (enfatiza la ese) porque hay al menos dos cinismos. El de Diógenes que es el filósofo de la antigüedad quien invita a una sobremoral. Y hay el cinismo vulgar y popular que refuta todo. Yo reclamo el de la vertiente Diógenes, valorizado, para luchar contra el cinismo de nuestra época".
Hay palabras que cruzan toda su obra como libertad, reciprocidad, cooperación.
"Pienso que puso las palabras correctas, a las que me suscribo totalmente, en especial, la libertad que es para mí la virtud de las virtudes".
¿Como ser libre si se está atado a la tecnología?
"Necesitamos invertir la relación, es decir, no invito a no tener celular, sino a que seamos propietarios de nuestro móvil y no que el celular sea nuestro dueño".
¿Qué es el teatro para usted?
"No puedo contestar a esta cuestión en general, el teatro es un dispositivo escénico, con las cortinas y todo los demás. Y podemos hacer el mejor y el peor, podemos hacer una pieza burda de boulevard y podemos hacer una puesta en escena de la tragedia griega. Yo pienso que podríamos hacer el mejor porque creo que el teatro es un buena herramienta para la educación popular".
¿Cuál es el efecto que busca en el espectador con El sueño de Eichmenn, la obra que vino a presentar en Medellín?
"Un pequeño paréntesis. En Francia tenemos el teatro privado y el subvencionado. En el privado la taquilla es la que dice si una obra funciona o no. Si es la segunda opción, entonces a veces hay solo 20 personas en la sala. Una pieza como Un sueño de Eichmann no se puede hacer desde el privado porque no llena la sala, y en el subvencionado se podría realizar si soy amigo de la gente de poder. Como no tengo amigos en estos dos mundos, la pieza de teatro se presenta por primera vez en Colombia.
Efectivamente, también hacemos filosofía en un espacio donde no se hace habitualmente, es decir en los guetos, a menudo en las universidades. En fin, cada vez que salimos de la institución para hacer filosofía soy feliz, y el teatro es una buena opcion para que la gente se cuestione".
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