Cuando estaba en el colegio, a José no le fue bien con el periodismo. Intentó hacer un periódico, de esos que son en fotocopia, pero no pasó de una edición, pese a que lo hizo con "muchas ganas".Tiempos de buenos recuerdos, como cuando trabajó en el medio El Nuevo Día , de Ibagué, vendiendo clasificados. Duró 48 horas. "Vender clasificados es muy duro", confiesa. Por lo menos pudo conocer las instalaciones, en la inducción.
El periodismo le hacía guiños, aunque él "le tenía miedo a escribir. Me parecía muy difícil, pensaba que no lo iba a lograr". Cuando salió de once estudió cuatro semestres de Derecho y un año y medio de pintura, pero sólo cuando llegó a la Facultad de Comunicación, de la Universidad de Antioquia, en 2002, sintió "que estaba en el lugar que era".
José Guarnizo cree en las historias. Incluso en esas que parecen que no van a terminar bien. "Pueden pasar mil cosas, pero también que todo confluya". Y se emociona frente a un tema, quizá por intuición. Se "empelicula", diría, tanto que a veces hasta descuida lo suyo, lo personal, por una historia.
Esa intuición lo llevó a escribir Urabá, otro "hueco" entre Colombia y la USA.
Habían llegado tantos comunicados de prensa que contaban de personas de China y África deportadas, que se fue a Urabá, aún sin contactos, a averiguar qué era lo que estaba pasando. Esa vez la suerte lo acompañó. Alguien de la Policía lo llamó, le contó que habían detenido seis inmigrantes.
Personajes encontrados, pero la historia fue difícil. No lo dejaban hablar mucho con ellos y tocó en papelitos, que le pasaban a través de una ventana. Fueron tres días de "carticas", de reuniones cortas, hablando en un inglés atropellado. En Urabá, en total, duró una semana.
Los encontró en condiciones infrahumanas, que le tocaron el corazón. El relato empieza en tercera persona y termina en primera.
"La situación era extrema, era inevitable que yo los quisiera ayudar". En el final de la historia, José ya está involucrado. "El teléfono timbra varias veces. En el primer intento, una grabación en inglés me dice que llame más tarde. Repito la operación una vez y otra y otra, hasta quedar con la pena en la garganta de no haberle dicho a Halitma, en esa lejura, que su muchacho vive todavía".
Después de seis meses y un poquito de haber sido publicado el reportaje, aún se pregunta si están muertos. "Yo espero que no".
Le queda la pregunta, sí, pero el reportaje le deja una corona. Con la historia, José Guarnizo es todo un rey.
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