En el barrio Obrero de Apartadó, y en Brisas del Mar, en Turbo. En un lado, la vieja Ayola Rivas. En el otro, la madre Francisca Mena. Pero un solo sentimiento. “Soy la madre más afortunada del mundo”, dice Francisca.
Urabá, esa tierra que hace sentir más orgullosos a sus deportistas, vibró con la medalla de plata de su hija predilecta, Caterine, una de las 14 hijas de la tierra que llegó a Londres para competir.
En Turbo, donde trabaja Francisca, la reunión fue en torno a la madre de la campeona. Le tocó estar en el municipio donde trabaja, y allí vivió la medalla. “Estoy muy orgullosa. Esperábamos una medalla y esto me llena de felicidad”, fueron las palabras de la mujer que, a punta cocinar para los mineros de Antioquia, sacó adelante a su hija.
En Apartadó, la tierra que vio nacer a Caterine hace 28 años, estaba su abuela Ayola, la que la crió. Cuando Francisca se tuvo que ir, y el papá William se radicó en Venezuela, la matrona de los Rivas se hizo cargo. Ayer también celebró. “Es una alegría muy grande. Me alegra mucho porque todos la estábamos apoyando”, recordó la abuela, que salió en una camioneta dispuesta por la Alcaldía, escoltada por un centenar de motociclistas, como si fuera la misma medallista olímpica.
Urabá recibió su primera medalla olímpica. La región de Colombia que sola sería la cuarta en el país en aporte olímpico (14 en total), tiene motivos de sobra para celebrar.
“Esto va para mi tierra, la gente del Urabá antioqueño. Para ellos, para mi familia”, dijo la Negra de sonrisa amplia. Hoy, Francisca y Ayola celebran una medalla con aroma a mujer y al Caribe alegre.
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