En los países en los cuales la transferencia de poder tiene lugar en forma ordenada y tranquila, es posible identificar, al comienzo de un nuevo gobierno, elementos de continuidad y de cambio con respecto al gobierno anterior.
En el caso colombiano se observa continuidad en el objetivo de recuperar para el Estado el monopolio del uso de la violencia legítima en todo el territorio nacional. También se ha hecho evidente la continuidad en el diseño de la política macroeconómica, aunque con diferencias de matiz y de énfasis en determinados aspectos. Las señales de continuidad son poco conspicuas en la orientación de las carteras del Interior, Agricultura, Transporte y Protección Social.
Pero el sector gubernamental donde son más notorios los vientos de cambio es el de la conducción de las relaciones internacionales.
Esos cambios tienen varias modalidades, cada una de ellas significativa a su manera. El gobierno tiene un estilo diferente para comunicarse con el mundo exterior.
Y en la diplomacia, como en política interna, las formas son parte esencial del proceso.
En un célebre intercambio con Hugo Chávez, a propósito del '¿Por qué no te callas?' del Rey Juan Carlos, José Luis Rodríguez Zapatero afirmaba: 'En democracia, las formas dan el ser a las cosas.
Al final, la democracia es una arquitectura de convivencia, donde las formas son sustanciales'.
Un gobierno ratifica sus credenciales de democracia liberal cuando adopta un tono mesurado y conciliatorio para comunicarse con los partidos de oposición y los adversarios externos. Lo cual dista de ser una señal de debilidad. Al contrario: Suaviter in modo, fortiter in re.
En el aspecto institucional también se observan cambios. Ha vuelto a adquirir vigencia la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, conformada por los ex Presidentes de la República y otros expertos, como cuerpo consultivo del gobierno.
A pesar de que sus recomendaciones no son vinculantes, el hecho de que el Presidente escuche a voces autorizadas, sin distingos partidistas, antes de tomar decisiones, les concede a las iniciativas diplomáticas el carácter de políticas de Estado que reflejan cierto consenso nacional, más bien que las preferencias del gobierno de turno.
El Ministerio de Relaciones Exteriores ha adquirido un renovado protagonismo como ejecutor y principal vocero de la política exterior del país. Los lineamientos de esta política son trazados por el Jefe de Estado. Pero la puesta en práctica de esas directrices y su comunicación al exterior ha sido asignada, en forma nítida y exclusiva, a la Cancillería de San Carlos, en estrecha coordinación con la Casa de Nariño.
Este cambio administrativo evita la confusión que producen pronunciamientos discordantes por parte de distintos funcionarios.
Algunas de las orientaciones tradicionales de la política exterior se acentúan, mientras otras se modulan.
La gira europea de Juan Manuel Santos como presidente electo y la solicitud de ingreso a la OCDE revelan una forma más pluralista de concebir los vínculos con las naciones desarrolladas. Respecto a Estados Unidos, disminuye la prioridad del tema militar y la urgencia del TLC.
Si Washington decide confrontar al régimen venezolano, deberá hacerlo por cuenta propia.
Con notable celeridad y eficacia, se normalizaron las relaciones con Ecuador y Venezuela. Sería aventurado predecir la duración del clima de cordialidad que anuncia el Palacio de Miraflores.
La experiencia sugiere que al presidente Chávez puede convenirle en algún momento volver a tensionar las relaciones bilaterales. Sin embargo, semejante desenlace no sería deseado ni provocado por las autoridades colombianas.
Lo que puede afirmarse sin ambigüedad es que un manejo diplomático institucional, más profesional y menos confrontacional, se empieza a traducir en resultados tangibles para el interés nacional.
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