El martes pasado, en Washington, el anterior presidente de México, Vicente Fox, salió con una propuesta inesperada. Inesperada por venir de quien viene, y no tanto por su contenido, que coincide con la de otros políticos mexicanos. Se trata de una especie de llamado de auxilio, al buscar un diálogo con los capos narcotraficantes, para una eventual negociación, e incluso una amnistía.
En entrevista al The New York Times , el presidente en ejercicio, Felipe Calderón, había acusado al Partido Revolucionario Institucional (PRI), que tiene posibilidades de recuperar el poder el año entrante, de andar buscando un acercamiento con los narcos. Varios políticos del PRI, y de otros partidos, reprochan a Calderón el "haberlos metido en una guerra" que hasta ahora no deja sino muertos y una población aterrorizada.
Ingrato y muy riesgoso el papel asumido por el Presidente mexicano. Como si haberse hecho el de la vista gorda ante el colosal reto narco le hubiera reportado mayores réditos para su imagen y prestigio. Prefirió, por el contrario, el camino de la responsabilidad y cumplimiento del deber, más duro y no reconocido por su gente. México, a pesar de la brutal actuación de sus carteles y la infiltración corrupta en sus fuerzas policiales, no es un Estado endeble ni fallido. Aceptar la propuesta de Fox y de los otros políticos tendría repercusiones mundiales. Y si bien el expresidente acierta al elevar un fuerte reclamo a los Estados Unidos por su pasividad ante la tragedia de su país, no es por la vía claudicante que reclama por donde encontrará la tranquilidad para su pueblo.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
