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LA REPETICIÓN DEL INFIERNO

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13 de enero de 2014
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No mucho tiempo después de que México entrara en la espiral de violencia del narcotráfico, con masacres repetitivas, desapariciones y secuestros, los analistas de ese país sentenciaron que su conflicto se había "colombianizado". La palabra era una obvia referencia a la degradación de la guerra entre los carteles que definía la realidad violenta de la lucha por el negocio ilegal de narcóticos.

Desde que en el 2006 el presidente mexicano de ese entonces, Felipe Calderón, declaró su "guerra contra el narco", ese país ha cargado con más de 100 mil muertos, en una batalla sanguinaria.

Aunque la violencia en nuestro país continúa, tras la atomización de los grandes grupos ilegales, México sufre por el poderío de carteles establecidos con comportamientos y actitudes similares a las que soportó Colombia a finales de los años ochenta y principios de los noventa.

Esa historia, conocida y aborrecida por nosotros, sigue un rumbo tan similar que ahora un puñado de ciudadanos del norte, principalmente en el estado de Michoacán, decidió crear un ejército de autodefensas para tomar la justicia por sus manos. José Manuel Mireles, un médico de 56 años, los lidera.

El fenómeno es tan reciente que apenas cumple un año, pero el poderío alcanzado por las autodefensas de Michoacán las ha llevado a tener control de 10 alcaldías y presencia en 40 de los 113 municipios que tiene ese estado.

Mireles, aplaudido por unos y aborrecido por otros, es perseguido con ahínco por los narcos. Hace ocho días la avioneta en la que viajaba sufrió un accidente al aterrizar y él, que sobrevivió, está ahora internado en un hospital con una inmensa protección militar. El gobierno de Enrique Peña Nieto reconoce que lo custodia y que está en negociaciones con él. Algunos funcionarios públicos incluso aplauden la labor del hombre que se alzó en armas.

En Colombia conocemos muy bien el siguiente capítulo. El grupo civil se desmadrará en poco tiempo cuando los armados exterminen sin consideración todo lo que huela a enemigo. Los aplausos pasarán a ser llanto y las masacres anónimas inundarán México.

Aún parece existir tiempo para detener ese efecto dominó de sangre que ya arrancó, lo que no se ve es la intención política para hacerlo.

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