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Las angustias cafeteras

La caficultura, bastión del desarrollo rural, enfrenta serias dificultades. Aunque son varias las causas, el principal problema está en la capacidad competitiva de las fincas. El marco de políticas debe revisarse.

01 de abril de 2012
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La situación actual de la industria cafetera no es la mejor.

La producción y las exportaciones de café han disminuido y se encuentran estancadas. Luego de que en 2011 los precios internacionales del grano alcanzaran niveles históricos, éstos se encuentran a la baja.

Además, Colombia, exportador por excelencia, se ha convertido en importador para suplir las necesidades de consumo interno.

El cultivo de café tiene una gran importancia económica y social para el país.

Basta señalar que está presente en más de la mitad de los municipios, es el principal generador de empleo en las zonas rurales, de él dependen, de forma directa, más de 500.000 familias y, en total, más de 2,2 millones de personas.

De allí que el Gobierno, a través del Ministro de Agricultura, expresara su enorme preocupación con la caída de la producción cafetera y el interés que se tiene de conseguir su recuperación.

Aunque las causas de dicha caída obedecen a diversos factores, entre los que sobresalen el crudo invierno y el resurgimiento de la roya, las preocupaciones actuales del gremio se dirigen más al problema de la revaluación y a la baja de las cotizaciones externas.

La dirigencia gremial siente que las medidas que, con el apoyo del Gobierno, se han venido adoptando en materia productiva, como la renovación de más de 300.000 hectáreas y la reducción de los niveles de infestación de roya, el país está blindando su caficultura y asegurando la recuperación de la producción cafetera para retornar a niveles de entre 12 y 14 millones de sacos anuales.

Sin embargo, estudios recientes revelan que el problema de la caficultura va más allá del climático y que los mismos tienen que ver, concretamente, con la competitividad a nivel de finca, pues hay rigideces y señales que no incentivan la búsqueda de mayores grados de productividad.

Esto pone en entredicho el marco de incentivos vigente en el sector cafetero, ya que la base del desarrollo y la sostenibilidad de la industria están, esencialmente, en la capacidad competitiva de las fincas.

Sin su fortalecimiento, los apoyos actuarán sólo como paliativos y la situación tenderá a agravarse pues el ingreso de los caficultores se deteriora progresivamente.

Por ello es válido, como lo ha planteado el Presidente Santos, preguntarse hasta dónde debe llegar y en qué se debe centrar el apoyo estatal que, hoy en día, equivale al 75 por ciento del total de la inversión gremial cafetera.

Frente a la crisis del sector cafetero y las consecuencias que esta acarrea, no es oportuno desviar el debate hacia problemas que, en buena parte, se salen del control del Gobierno. Lo que demanda el momento es revisar el marco de incentivos y atacar el problema en su origen, la falta de competitividad en finca.

Sin ello será muy difícil hacer realidad el discurso de la recuperación y la sostenibilidad de la industria cafetera.

Para ello es necesario crear un ambiente de política que, sin distorsionar la asignación de los recursos adentro de las fincas, promueva mayores niveles de productividad en lo predial y regional.

Pero esto tiene que ir de la mano de una política de apoyos focalizados y dirigidos a incrementar el ingreso de los pequeños productores.

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