Sin saber cómo, los tiempos cambian en forma drástica y con ellos se produce toda clase de dificultades en todo lo que tiene que ver con el agro y las gentes que habitan en laderas y muy cerca de ríos y quebradas, porque se hacen presa de los fenómenos que resultan como consecuencia de las torrenciales lluvias. Peligros que no se pueden obviar muchas veces por la terquedad de los moradores o porque nadie está en condiciones de medir las fuerzas de la naturaleza y menos predecir con alguna exactitud el tiempo de los mismos, excepto Dios el Señor que lo crea y lo sabe todo.
En lo que atañe a mis conocimientos y como persona estudiosa, estoy andando en los 83 años, el año 2008 es el que he observado con las más abundantes lluvias y lo manifesté en el artículo que envié a la prensa local, antes del 20 de enero del presente.
Como no se puede negar que todo lo que va corrido del presente año ha sido dominado por la lluvia, me atrevo a manifestar que lo que falta para cerrar el año "será el más cargado en agua."
Sin embargo es Dios quien lo sabe mejor. El hombre no pasa de ser un necio ante el verdadero Sabio.
Como tanto el Gobierno como el pueblo en general conocen perfectamente los peligros que provienen de esta clase de fenómenos climáticos y para evitar por lo menos pagar con la vida la cruzada invernal, es necesario que se trate de reubicar a la población más amenazada y no comprometer al fisco con el reconocimiento de tanto daño.
Si bien es cierto que no se puede librar de la dureza de los fenómenos a lo que tiene que ver con el agro, sí se pueden obviar muchos costos en frazadas y otros si se toman las medidas conducentes en cuanto a las prevenciones con el retiro de la población hacia sitios seguros, antes que se presenten las calamidades.
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