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Leer sí, lectores no

19 de agosto de 2009
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Dice George Steiner en su libro " Pasión intacta " que en cada libro hay una apuesta contra el olvido, una postura contra el silencio que sólo puede ganarse cuando el libro vuelve a abrirse. De alguna forma, cuando se emprende una nueva versión de la Feria del Libro se busca que, al menos durante ese tiempo, revivan las historias, renazcan las palabras "muertas", crezcan los lectores que muchas veces una sociedad como la nuestra no está dispuesta a costear.

No es un secreto que en el país se hacen ciertos esfuerzos por promover la lectura, campañas que van desde la pócima donde se promete el elixir para dejar de ser burro hasta otras que en cuestión de segundos puede servirle para enamorar a alguien. Pero detrás de esto hay algo más difícil de enfrentar, el simple hecho de que en muchos hogares colombianos no se asuma aún el papel del lector, no se dimensione lo que implica leer, leer de verdad, no ocasionalmente. Decía el escritor italiano Cesare Pavese que "con los libros ocurre lo mismo que con las personas, han de tomarse en serio".

En nuestra sociedad muchos se comportan única y exclusivamente bajo el efecto manada, es decir hacen lo que otros hacen, dicen lo que otros dicen, sin tener muy claro el para qué. Eso significa que si un vecino compró un televisor, un DVD o un carro, mis aspiraciones deben ser esas; si el común de la gente dice que leer es importante, necesario para la formación de una persona, entonces yo debo decirle a mi hijo hasta el cansancio que lea, así yo no lo haga.

Lo que pasa es que en muchas ocasiones, no por insistencia de la mamá ni del papá, el muchachito abre un libro al azar en la biblioteca pública y queda atrapado como una ventosa al leer situaciones que dimensionan más allá la insípida vida que se lleva (la lectura le habla al oído a los inconformes, a los que no se sienten tranquilos con su realidad) y ahí viene el problema, el efecto contrario, la desgracia de tener en casa un buen lector.

Los padres ven al muchachito tirado en el sofá bebiéndose todo ese veneno que ellos "supuestamente" le trataron de dar y aunque los primeros días no asusta, las cosas empeoran cuando pasan los meses, llegan las vacaciones, el muchacho se gradúa y todavía, sin parar, sigue leyendo. Porque aquí se cree que sólo deben leer quienes estudian o quienes están en vacaciones. Es ahí entonces cuando esa actividad pasiva y silenciosa empieza a provocar frases como: "Y es que ahora usted no piensa hacer nada, mírese ahí tirado en el sofá, con ese montón de libros en la mesa, no ve que el hijo de doña Magnolia ya encontró trabajo en la ladrillera mientras usted se la pasa haciendo nada, debería darle pena. ¡Muérgano!"

Y el trabajo que se emprendió en la Feria del Libro, la curiosidad de un caminante por una biblioteca, terminan por volverse un problema, algo incómodo, porque ese que "paró la caña" y vio en la lectura un refugio, un espacio para formarse como individuo, nunca, después de leerse un buen libro, volverá a ser el mismo.

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