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Los candidatos de Álvaro Uribe

  • Carlos Andrés Pérez | Carlos Andrés Pérez
    Carlos Andrés Pérez | Carlos Andrés Pérez
08 de octubre de 2010
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Muchas veces cuando se hace análisis político se dan peleas en solitario, lejos de lo que la mayoría plantea.

Y cuando las diferencias son tan marcadas y todo el mundo se va alineando en cierto lado se corre el riesgo de ser percibido como alejado de la realidad. Desde antes de terminar el período del presidente Álvaro Uribe, he sostenido en esta misma columna que las realidades políticas de los dirigentes regionales son muy diferentes a las ganas que demuestran algunos de cohesionar el uribismo alrededor de dos partidos: la U y el Conservador.

Desde el 7 de agosto, cuando me aventuré a decir que Uribe no cargaría a nadie, han sucedido algunas cosas que podrían llevar a un replanteamiento de posición: el mismo Uribe dijo en un acto público hace unos días que oportunamente entrará a trabajar en "todas las regiones de Colombia".

Además, su ex asesor José Obdulio Gaviria se ha encargado de hablar en todos los medios que lo dejan, sobre cómo se desarrollaría la participación directa de Uribe.

Sin embargo -y contrario a lo que podría seguirse- esos nuevos elementos me hacen reafirmar aún más en mi posición que, repito, va en contravía de la mayoría, pero está pensada desde la lógica con la que hay que leer a los dirigentes públicos (Uribe incluido): a los políticos no se les debe creer por lo que dicen, sino por cómo han actuado.

Si el ex mandatario quiere mantener la confianza de la coalición que lo acompañó, no puede dar la sensación de que existen partidos de primera y de segunda. Esto significa que no debería asumir la jefatura de la U. No se inscribió por esa colectividad en 2006 cuando podía hacerlo, precisamente para no fracturar el grupo, ¿por qué lo haría ahora?

Adicional a esto, los uribistas no tienen tradición de trabajar juntos y así lo demostraron en 2010 para la elección de Santos, se unieron sólo al final porque existía segunda vuelta. En las elecciones locales no hay segunda vuelta y juntarlos a todos sin que exista ese mecanismo será una hazaña difícil de cumplir. Uribe no dará la pelea para juntarlos, sencillamente porque en su vida política no ha asumido ese tipo de desgastes.

Y si quienes seguramente replicarán a esta columna porque al parecer no acepto lo evidente, quieren más argumentos, tengo que recordarles que todos los que supuestamente cuentan con la bendición de Uribe han salido a los medios o a los círculos sociales a recitar las mismas palabras de apoyo que han recibido, a hacer públicos sus viajes a encontrarse con el ex presidente y a presumir con su cercanía.

Es decir: hay muchos que tienen méritos para el guiño y escoger uno implicaría poner al resto en contra.

¡Claro que Álvaro Uribe no se quedará en su casa en medio de la campaña! Seguirá alentando a todo el que quiera, reuniéndose con el que se lo pida y dejando que presuman con su relación: se tomará fotos, grabará mensajes o asistirá a eventos, pero con todos.

Esos aspirantes que no lograrán ponerse de acuerdo dejarán pasar el tiempo de buscar una estrategia que los proyecte más allá de sus nexos con el ex presidente y seguirán cabalgando encima de la que consideran su mayor fortaleza.

Cuando menos piensen la campaña habrá terminado y se quedarán preguntando entre lamentos por qué no fueron elegidos si eran los candidatos de Uribe.

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