El niño, sobre los hombros de su padre, aguantando un calor infernal de La Habana, estuvo cinco horas brincando. Esa carga adicional en los hombros de su padre tenía un solo propósito, que se develó cuando un medio de comunicación internacional le acercó un micrófono. "Es que por primera vez en la vida no me tengo que imaginar cómo son estos artistas. Para mí esto es como poder viajar, algo que sé que no haré". Pasó en Cuba, pasó hace diez días durante el concierto Paz sin Fronteras.
Más de un millón de personas reunidas que, seguramente, buscaban hacer algo distinto a lo que les han impuesto durante tantos años de régimen castrista: ir a un concierto. Probablemente, la primera vez que vieron algo distinto o se lo imaginaron sin tener que cargar con la lapidaria consigna de ser opositor de Fidel y la cacaraqueada revolución, la cual hoy es el gobierno de Raúl y mañana seguirá siendo el gobierno del hambre.
¿Que los cubanos se basan en el crecimiento intelectual, educativo, deportivo, cultural para progresar? Pues sí, nadie lo niega. Pero se les ha negado la oportunidad de ser libres. ¿Cuándo podrá un cubano disfrutar de un Ipod para escuchar a sus amados salseros, los Van Van? ¿Cuándo podrá navegar por internet y leer un polémico blog como el de Michael Moore ¿Cuándo podrá darse cuenta de las atrocidades de aquellos que, como Pinky y Cerebro, las caricaturas de Warner, buscan "tratar de conquistar el mundo" todas las noches? ¿Cuándo caerá en la cuenta de que la romántica guerrilla ya no existe y que ahora se llama narcoguerrilla? Los extremos siempre son peligrosos. Desequilibran y pasa en Cuba de la mano de Fidel.
Hace algunos años estuve 20 días en la isla. Turismo familiar. Qué angustia en la que viven los cubanos. Historias como ésta: el gobierno le dio un carro por ser el mejor cortero de caña de azúcar de su pueblo. Hoy, todavía paga el destartalado carro, al que se le cayó una puerta al dar una curva (¡mi tío casi se cae!). Para el hombre, su peor tormento llegaba a fin de mes. Con voz lamentera decía: "pero si yo nunca pedí un crédito. Me obligaron a hacerlo". Por eso es taxista clandestino, y si lo descubrieran, pagaría con todo el rigor del sometimiento.
Pienso también en Juliette. ¿Quién diablos es Juliette? La misma, la protagonista de ópera prima del director de cine mexicano Carlos Marcovich, que tiene el mismo nombre. Juliette, una adolescente cubana, que no sabe con cuántos turistas se ha acostado. Juliette sueña con "actual" (léase "actuar"). Juliette tiene los mismos ojos que Fabiana Quiroz, una modelo michoacana triunfadora. Esta coincidencia es solo el alfil de lanza para una cadena de semejanzas que nos lleva a pensar que Juliette y Fabiana son dos opuestos, pero iguales.
De la vida opulenta de Fabiana a la existencia miserable de Juliette hay miles de dólares, pero algo en común: las ganas de tragarse el mundo. La primera, puede; la segunda, tendrá que imaginarse cómo hacerlo, mientras espera a otro turista grasiento. Juliette y el niño del concierto no eligieron su destino. Otros se los eligieron. ¿Que es el mejor? Dicen que la historia dará respuesta, pero hasta hoy, lo único claro es que ni el niño ni Juliette podrán soñar con algo como tener un Ipod que les ponga a sonar canciones. PD: Y mientras tanto, hay unos vecinos que se dedican a hablar y hablar por televisión, contaminando el alma libre de millones de personas.
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