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Los "dueños" de la calle

05 de agosto de 2008
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No tengo nada en contra de las personas que con mucho esfuerzo pasan horas y horas en las vías de cualquier calle de Medellín y de los otros municipios del Valle de Aburrá rebuscando cualquier peso para llevar alimento a su familia, ante las dificultades para conseguir un empleo digno en un país como el nuestro. El rebusque es válido y muchas veces aporto, de buena gana, a quienes de alguna manera prestan un servicio.

Pero cuando se pasa de la "colaboración" a la exigencia intimidante de tener que dar dinero a quien escasamente uno ve por unos segundos, a veces ese espíritu solidario se sale de casillas.

Me refiero en particular a los cuidadores de carro en la vía pública, a esos es a los que llamo los dueños de la calle, porque basta tan solo cinco minutos de parqueo para tener que desembolsar 1.000 devaluados pesos, sin importar si el señor del "trapo rojo" en realidad cuidó bien el carro o, en el peor de los casos, si alguien intentó robarlo, son los primeros en huir de la escena del "crimen" y claro, ¡con toda razón!

No hay calle de Medellín, Envigado o Itagüí que no tenga dueño. Y mucho más si se trata de vías aledañas a los sitios de rumba. Los fines de semana hasta tarifa tienen: en los alrededores del Parque de Envigado le anuncian, cuando está parqueando el carro, que la tarifa es de 3.000 pesos "hasta la una de la mañana". O sea que ya no lo "vacunan" a uno solo con la plata, sino que le fijan el tiempo en el que uno puede dejar el carro en la vía pública. Y eso que allí está permitido el parqueo después de las 7:00 de la noche.

Pero el colmo es que en muchos establecimientos que tienen habilitados parqueaderos para los clientes, también hay que sacar monedas porque no falta el que cobra, como ocurre en las inmediaciones del Estadio o en empresas privadas. Es inconcebible que no puedan controlar la presencia de esos personajes, muchos de ellos con su botellita de alcohol debajo del brazo o con los ojos desorbitados por la traba. Y es ahí cuando opera la intimidación en lugar de la colaboración y más si es una mujer la que está al volante.

El problema se les salió de las manos a las autoridades, si es que se han dado cuenta de lo que ocurre, pues es un asunto tan cotidiano que a nadie parece importarle que muchos de esos señores, y en algunos casos menores de edad, les trabajan a otros, que les alquilan las cuadras y tienen que pagar una "contribución" si quieren ganarse unos pesos. Así como en los bajos de las estaciones del Metro, en el centro de Medellín, fue detectado ese negocio, así mismo ocurre en varios lugares de la ciudad.

No sobraría que los señores de Espacio Público, los funcionarios de Gobierno o las autoridades competentes revisen el tema, sin agredir, en todo caso, a los que no tienen otra opción para sobrevivir, porque la verdad, como ciudadana me siento muchas veces atropellada e intimidada por quienes ostentan como negocio las calles de la ciudad. Y claro, capítulo aparte merece el "cartel de los limpiavidrios".

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